(A René Rodríguez Soriano)
“Daría la vida por diez lugares suyos, cierta gente (…) varias figuras de su historia, montañas y tres o cuatro ríos”. La patria siempre asedió a René. Siempre la mantuvo presente en su mira, en sus recuerdos, en sus ausencias, en su palabras que fueron letras…muchas letras.
Con más de una docena de libros, nos deja este autor dominicano de poético encanto criollo en sus metáforas:
“sé que una tarde azul vendrá de algún lugar y aprenderé a pintar y a descifrar los trazos que los patos van fraguando en la laguna”.
Conocí a René en una época en que soñábamos con fundar la Biblioteca Dominicana en Miami. Sus esfuerzos fueron mayúsculos pero, como siempre, el apoyo gubernamental mínimo. Aún así, René continuó solo tocando muchas puertas y en ese andar, llegó a conocer a los más prestigiosos escritores latinoamericanos radicados en Miami.
Mes tras mes, y por varios años, llevamos a cabo tertulias literarias en mi estudio de Biscayne, que René promovió llevando a todos sus amigos escritores, poetas y locos. Guardo en cintas de video y audio, todas esas presentaciones. El aporte cultural que allí surgió fue fundamentalmente gracias al soporte de René Rodríguez Soriano.
Recuerdo una vez que René me esculcó entre tanta gente. La muchedumbre que asistía al funeral de su hijo era inmensa, yo tuve que hacer esfuerzos muchos para lograr acercarme a él y a su esposa. Extendió sus manos como si con ello encontrara algo de lo perdido. Quizás un tiempo largo en el pasado que yo evocaba y en ese pasado estaba su hijo, aún vivo.
Si René, hoy seguro le has vuelto a ver; “Braza abrazada a mi recuerdo (…) Fuego al que vuelvo cada tarde a reencontrarme con los míos”. No te olvides René, que ya los tuyos no son solo aquellos, ahora eres parte de todos porque el mundo todo te ha abrazado. Qué pena hermano que tu despedida sea moda absurda de este momento incierto que tanto anda llevando.
Fuiste a morir a tu patria y solo regresaste a despedirnos. Tu silencio fue el mayor de todos en aquellos días solitarios. Cuántos poemas en el aire René?. Cuantas palabras en susurros que caían cual cascadas de tu cama de hospital. Nadie notó en tus ojos la pluma y el papel?. Nadie allí supo lo que amabas!.
Los poetas y escritores como tú mi hermano, suelen tener finales extraños, surrealistas, Machados, Hernández, lorqueños. Suelen refugiarse en la nada, que es decir en todas partes y en todas las posibilidades inimaginables. Ya sé que el Universo da más carga a quien más pueda cargar…tu cargaste demasiado René, pero sabes qué? Cargaste lo que amabas y pocos tienen el coraje de soñar en un sueño. Sólo los poetas sueñan nuestros sueños y nos cantan y nos provocan y nos invitan a mirar la aurora, la misma, que perdemos en el camino.
René, quiero despedirte con tus propias palabras. Aquellas que colocaste en tu “Talón De Notas” y que dicen:
“Sorda es un lugar, un punto en el espacio que puede ser el aire, el mar o la tierra, cualquier parte del mundo donde la gente entra y se desahoga sin poses ni estridencias. Una nave para partir o quedarse, según como convenga a las circunstancias y al momento. Si no tiene nada que decir, ¡dígalo ahora y, hágase de cuenta que firmó mi libro de visitas!”.
Hoy, tomaste esa nave para partir a Sorda René pero también te has quedado. Estas en el aire, en la tierra, en el mar y en todos los que te admiramos. Sin poses ni estridencias. Como nos enseñaste y como fuiste siempre. Salud!. Máximo Caminero.
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