«Miremos un espejo; una cosa es segura: lo que vemos no es lo que somos». Richard Bach
Se abre el telón:
En un espejo se ve la imagen de una manzana fresca, limpia y apetecible. Pero el lado de la manzana que se proyecta en el espejo no muestra, como es obvio, su lado reverso donde se observa que está podrida. «Una imagen habla por mil palabras» y esta es un impecable ejemplo: el arte de la simulación. Lo que está podrido muchas veces puede ocultarse con malicia. Los humanos no somos muy inclinados a proyectar lo que somos, o lo que queremos, realmente, y así empieza un rosario de dobleces.
A nuestros relacionados, ya sean familiares, parejas, colegas, socios… casi nunca terminamos de conocerlos por completo hasta que un evento decepcionante nos sorprende. Con agrupaciones e instituciones es similar: partidos y movimientos políticos, gobiernos o asociaciones, sectas religiosas, grupos sindicales o empresariales, etc., también mienten según cada interés en agenda si la mentira cumple algún propósito.
Por lo tanto, vivimos entre una orgía de mentiras. Un ejemplo descabellado es la declaración de la Administración Trump de que «tratará el cambio climático como lo que es: un fenómeno físico colateral a la construcción del mundo moderno». Uriel Flores señala, y aplicable a esa afirmación del trumpismo, que «no es lo mismo el eufemismo que la mentira. El primero puede ser la forma suave y hasta elegante de decir algo; la segunda es el cambio negativo del sentido de las palabras». En el plano criollo tenemos la siguiente perla expresada por el presidente actuante sobre la desbordada presencia de inmigrantes haitianos indocumentados en el país, -¿un desliz o una burda mentira?-: https://www.facebook.com/share/r/187zrGLnpe/ En las redes sociales leemos, de autor desconocido: «Es absurdo que la mentira genere tantos seguidores y la verdad tantos enemigos».
Los humanos, transformadores para bien o para mal, según el caso, somos memoria y lenguaje. La memoria es fija como son los recuerdos. El lenguaje es dinámico. Un hombre sin memoria es un papel en blanco. Un hombre sin lenguaje es solo instinto. El lenguaje nos permite mentir.
Una peculiaridad sobre el lenguaje nos la presenta Jacques Derrida: «Nunca podremos encontrar el significado absoluto de una palabra porque siempre depende de otras palabras. Entonces, ¿cómo podemos estar seguros de entender algo? Toma un diccionario y escoge cualquier palabra, por ejemplo, «justicia». Su definición es: ‘Principio moral que inclina a dar a cada uno lo que le corresponde’. Ahora busca, «moral»: ‘Conjunto de normas que regulan el comportamiento humano’. Para entender «justicia» necesitas entender «moral», pero para entender «moral» necesitas otras palabras y así sucesivamente; nunca llegamos a un significado final, solo a un juego infinito de referencias. Entonces, ¿las palabras nunca significan nada por sí mismas? Exacto, el significado nunca está fijo, siempre está en movimiento, dependiendo del contexto y de quien lo interpreta. Por eso nunca dejamos de leer, de cuestionar, de desconstruir». Sin tapujos le agregamos: «…y nunca dejamos de mentir».
La inteligencia artificial (IA) interactúa con nosotros a través del lenguaje e imágenes, no con señas, como serían los lenguajes muy primitivos. Decidimos hacerle la siguiente pregunta a la IA: «¿Cómo sabes que soy humano?» La respuesta es inquietante viniendo de una tecnología aún en pañales, sin conciencia, sin emociones, y sin elasticidad «cerebral»:
Respuesta IA:
¡Buena pregunta! No puedo «saber» con certeza que eres un humano, ya que solo interactúo con el texto que me proporcionas. Sin embargo, asumo que eres un humano basándome en el contexto típico de uso de herramientas como yo. Aquí están algunas razones por las que hago esa suposición:
1- Lenguaje natural: Usas un lenguaje que parece orgánico, con matices y expresiones comunes en humanos.
2- Curiosidad: Haces preguntas que reflejan pensamiento crítico o interés, algo característico de los humanos.
3- Contexto: Interactúas en un entorno diseñado para humanos, como una plataforma de chat o consultas.
Si fueras un bot o una IA avanzada, podrías imitar estos comportamientos, pero en la mayoría de los casos, es razonable asumir que estoy hablando con un humano. ¿Te gustaría que te demostrara algo más?
Concluyó con esa pregunta provocadora… Entonces, como buenos inquisidores, le preguntamos: ¿Puedes mentir?
Respuesta IA:
«No, mi propósito es proporcionar respuestas precisas, útiles y basadas en la información disponible. No estoy diseñado para mentir o engañar. Si tienes alguna pregunta o necesitas ayuda con algo, estaré encantado de asistirte de la manera más honesta y clara posible».
Entendemos que el ser humano ha desarrollado una tecnología que busca replicar y superar la mente humana pero, curiosamente, no la ha dotado con la capacidad, muy natural en los humanos, de mentir… ¿o de hecho nos está mintiendo al decir que no miente? ¿O nos está aplicando lo que escribió Jules Renard: «De vez en cuando di la verdad para que te crean cuando mientes».
La Segunda Guerra Mundial nos enseñó en grado superlativo el poder de la mentira. En la Guerra Fría la mentira estuvo presente con igual empuje. Décadas después continuamos perfeccionándola con herramientas tecnológicas de un alcance nunca visto. El «revisionismo interesado» podría convertirse en otra cara sutil de la mentira: las cosas acaecieron como las entienden los mentirosos, no como realmente sucedieron.
Julio Rivera Bazil comentó que «el dilema planteado por Epiménides, el cretense que afirmó que ‘todos los cretenses son mentirosos’, es uno de esos enigmas filosóficos que han fascinado a las mentes más brillantes de la historia. ¿Decía la verdad o mentía? Si decía la verdad, entonces mentía… y si mentía, entonces decía la verdad. Un ciclo interminable de contradicción que ha resistido siglos de análisis y reflexión. Esta paradoja no solo pone a prueba la consistencia del lenguaje, sino que también abre un debate profundo sobre la naturaleza de la verdad y la mentira».
Y continúa: «Quizá, como bien apunta Guadalupe Muñoz Álvarez, la paradoja del mentiroso no sea solo un juego lógico, sino un espejo de las contradicciones humanas, especialmente cuando se trata de analizar a los dirigentes políticos. A veces, la verdad y la mentira se mezclan de tal manera que resulta imposible distinguirlas y ahí radica el verdadero enigma que aún hoy nos invita a reflexionar».
Mariano Grondona nos amplia el horizonte: La mentira es eficaz cuando no es descubierta. La verdad «objetiva» alude a la conformidad entre un objeto y el concepto que nos formamos de él. Si este es el caso, emitimos un juicio «verdadero» acerca del objeto. Por otro lado, si una persona dice lo que piensa, la llamamos «veraz». Aquí ya no estamos hablando de una verdad «objetiva», como en el caso anterior, sino de una verdad «subjetiva». Lo contrario de la verdad «objetiva» es el error. Lo contrario de la verdad «subjetiva» es la mentira. Hay un abismo moral entre ambos. Quien yerra, está buscando la verdad. Eventualmente, llegará a ella. El error es un desvío no querido en el arduo camino del conocimiento. Quien miente, no busca saber sino engañar. Cuando se miente en busca de una ventaja, el engaño daña injustamente al engañado al privarlo de una verdad que tenía el derecho de conocer. En política, cuando lo habitual es que los dirigentes digan la verdad, se difunde en la sociedad un clima de confianza. La confianza es la madre del consenso político y de los contratos privados. En el caso opuesto, cuando la mentira se difunde cunde un estado de sospecha en medio del cual la sociedad zozobra.
En adición, un estudio de la Universidad de Southampton determinó que la gran mayoría de las personas dice por lo menos una mentira al día. Evidentemente muchas de estas mentiras son lo que podría llamarse un mal necesario o una convención social. Las de peso pesado tienen consecuencias devastadoras.
Debemos concluir sin dejar de citar a Luc de Clapiers: «Todos los hombres nacen sinceros y mueren mentirosos». Muchos no han claudicado a la mentira, pero algunos, sin embargo, la creen o la promueven con desfachatez desde cualquier litoral imaginable: «Miente, miente, que algo queda…»
agustinperozob@yahoo.com
(Autor del libro socioeconómico La Tríada II en Librería Cuesta).