Mueve a suspicacias las intenciones de impartir docencia semipresencial en los centros educativos del país.
Se cometería un error, si se llega a ejecutar esa iniciativa que, para mí, no tiene lógica y que tal vez obedece a los intereses de algunos sectores que siempre le han sacado beneficio económico al sistema educativo.
Abrir las aulas nos luce un propósito descabellado que debe ser rechazado por la población.
El coronavirus todavía sigue infectando y matando personas a razón de más de 20 por día, según las estadísticas que ofrece el Ministerio de Salud Pública.
Al momento de escribir esta entrega, la República Dominicana presentaba un acumulado de 2,843 defunciones por la pandemia y el total de contagios registrados era de 224 mil 119, mientras los casos activos son 52,649.
Sabemos las causas de esos rebrotes. Muchos dominicanos continúan desobedeciendo las recomendaciones de Salud Pública respecto a las medidas que deben agotar para evitar los contagios.
Se pasan de contentos frecuentando lugares abiertos o cerrados (playas, parques, gimnasios, restaurantes, galleras, colmadones, bodas y fiestas clandestinas) sin usar mascarillas ni mantener el distanciamiento social. Me imagino que tampoco se lavan las manos con jabón.
El desorden de nuestros ciudadanos es tan evidente que en algunos centros comerciales ya no toman la temperatura a las personas ni les ponen alcohol en las manos, como mandan las normas sanitarias.
Es en medio de ese caos que se pretende abrir las aulas. No están dadas las condiciones para impartir clases semipresenciales. Eso está claro.
Ningún padre enviará a sus hijos a las escuelas públicas ni a los colegios a contaminarse. De hacerlo, los estarían conduciendo a una muerte segura porque esos centros educativos pueden resultar, en su momento, un foco pandémico en razón de que sería difícil aplicar el distanciamiento físico.
Los niños, por naturaleza, son proactivos y juguetones. Siempre comparten en grupos con los compañeros y ningún profesor cambiaría esa conducta en medio de esta pandemia, por más que lo intenten.
Deben dejar las cosas como están hasta que pase la crisis. Deben continuar con las enseñanzas virtuales que, aunque tiene algunos inconvenientes, están logrando el cometido de agotar el año escolar.
La Asociación Dominicana de Profesores (ADP) considera que no hay condiciones para reabrir las escuelas públicas, dado el pico de contaminaciones que ha alcanzado la pandemia este año.
Con justa razón, entiende que reabrir los centros educativos pondría en riesgo la salud de los estudiantes.
Cada día surgen más infectados por la peste letal y el escenario mundial tiende a complicarse debido a las nuevas cepas.
Y tal como señala el gremio de los maestros, “mientras exista una alta tasa de positividad, circulación comunitaria del virus, significativa ocupación hospitalaria en UCI y pacientes en ventiladores mecánicos, concentrar más de dos millones de estudiantes, cerca de 100 mil maestros y personal de apoyo, sería incrementar los niveles de contagio”.
Su criterio es que una decisión así sería contraproducente, pues generaría un efecto contrario al que se busca, y la estrategia oficial se iría de bruces, ya que no habría el distanciamiento suficiente ni se respetaría el protocolo sanitario, y los contagios podrían dispararse aún más.
Comparto esa posición. Lamentablemente, muchos ciudadanos, ignorantes, siguen desafiando a la muerte con su imprudencia e indisciplina.
Tal vez necesiten verse impactados por el virus para que puedan reflexionar.
mvolquez@gmail.com
(El autor es periodista residente en Santo Domingo, República Dominicana).
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