Por Matt Monagan/MLB.com
Nadie puede negar que ha habido turnos bien largos en la historia del béisbol.
El dominicano Bartolo Colón una vez necesitó de 20 pitcheos para ponchar al boricua Ricky Gutiérrez. El puertorriqueño Alex Cora una vez se fajó ante 18 lanzamientos de Matt Clement antes de conectarle un jonrón de dos carreras. Brandon Belt y el panameño Jaime Barría se combinaron para protagonizar el turno más largo en la historia de las Grandes Ligas, un duelo de 21 pitcheos y 13 minutos hace dos años.
Nomar Garciaparra se acomodaba los guantillas y golpeaba el piso con la punta de los zapatos por lo que parecían horas, antes de colocarse en la caja de bateo.
El dominicano Pedro Báez es conocido por todo lo que se demora entre lanzamiento y lanzamiento.
Pero ninguno de ellos – ni siquiera combinándolos a todos – se compara con lo que pasó una vez en Cuba hace 12 años.
Era el 24 de diciembre, una cálida Nochebuena en la ciudad de Sancti Spíritus, una de tantas ciudades cubanas enamoradas del béisbol. Claro, venía la Navidad, pero esa noche se estaba jugando un partido de la Serie Nacional Cubana y el estadio José Antonio Huelga estaba repleto de espectadores.
El abridor de Sancti Spíritus, Yoharisleibis Panamá, se había colocado en problemas en el primer inning contra Industriales. Otorgó un par de bases por bolas y recibió un doble, llenando así las bases. El manager de Sancti Spíritus, Juan Castro–un legendario receptor y exjugador de la Selección de Cuba–ya había dirigido un juego ese día y probablemente se le estaba agotando la paciencia. Sacó a Panamá por el relevista Jorge Luis Pérez, quien inmediatamente puso peor las cosas, dando boletos, permitiendo hits y dejando a su equipo abajo 3-0.
Entonces, molesto y frustrado, Castro salió otra vez camino al montículo y trajo al lanzador Dany González. ¿El único problema? En la Serie Nacional sólo 26 de los 27 jugadores del roster son elegibles para un juego. Y para este encuentro, González era ese jugador inelegible.
En medio de todo lo que había pasado en la primera entrada, a Castro probablemente se le olvidó este detalle importante, pero ya era demasiado tarde: Había llamado a González desde el bullpen, González había entrado al partido y de acuerdo con las reglas de la liga, estaba obligado a hacer al menos un pitcheo. Una vez lo hiciera, el juego sería puesto bajo protesta y Sancti Spíritus habría terminado siendo el derrotado, aun si hubiesen terminado arriba en la pizarra. El manager de Industriales, el también célebre exjugador Germán Mesa, sabía todo eso y salió a reclamar.
“¿Qué hago ahora?”, seguramente pensó Castro. ¿Cómo podría escapar de lo inescapable? Bueno, no podía. Pero había algo que sí podía hacer: Retrasar y retrasar el partido.
Y vaya que lo retrasó. Como informó el reconocido historiador del béisbol cubano, Peter Bjarkman, Castro logró que no se jugara durante los siguientes 85 minutos.
¿Quizás esperaba a ver si venía un aguacero y se posponía el compromiso? Pero eso no hubiese importado, pues González igual tendría que hacer un pitcheo cuando los equipos reanudaran el juego.
Quizás, como la mayoría de los que posponemos y posponemos las cosas, pensó que algo catastrófico podía pasar y convertir así el encuentro en un suceso irrelevante. Cualquier cosa, menos una vergonzosa derrota.
Como escribió el ya fallecido Bjarkman, no hay muchos relatos sobre lo que pasó realmente durante esos 85 minutos. ¿González simplemente se quedó en el terreno? ¿Durmió una siesta? ¿Castro se quedó en la puerta del dugout con las manos cruzadas, viendo al manager rival? ¿Qué hicieron los fanáticos?
Al final, Castro se dio cuenta de que no venía ningún meteorito, ni había dinosaurios acercándose para comerse el estadio y a todos los asistentes. Entonces, le dijo a González que lanzara. El pitcher que no era elegible ponchó entonces a David Remedios con tres envíos.
El inning aparentemente duró otra MEDIA HORA, con Industrias anotando un total de 11 carreras. Ganaron el juego 14-4, pero lo habrían ganado de cualquier manera porque González había entrado a lanzar.
La historia sirve para recordarles a todos ustedes, managers de equipos, que hay que seguir las reglas. Y si no lo hacen y los descubren, pues traten de retrasar el juego por más de 85 minutos. Porque así implantarán un nuevo récord y la gente hablará y escribirá sobre ti durante años y años.
https://www.mlb.com/es/news/un-turno-de-85-minutos-si-eso-ocurrio
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