Un día de estos detendré las pisadas en el lugar que el azar me toque. No miraré atrás y menos adelante. Todo quedará detenido en el tiempo y mi tiempo ya no será tu tiempo.
Cualquier día de estos esperaré sentado el aguacero justo en mitad de la calle. Recibiré todas las lluvias y contaré todas las gotas.
Un día de estos, la ciudad se quedará en silencio y tu voz y mi voz y la voz de todos se fundirán en un laberinto que amenaza infinitos. ¡Si! Cualquier día de estos quedara todo a oscuras.
Pero también, un día de estos, saldremos corriendo como locos agarrados de la mano y despertaremos a todo el barrio. Que sepan que estamos vivos para que se den cuenta de que tan muertos están ellos.
Si, cualquier día de estos nos volvemos locos de verdad. Sin pretensiones ni ínfulas de guardar «las apariencias», esas, que no dejan vivir ni ser originales. Sabemos que allá en las montañas descansan los dioses y hacia allá iremos.
No les pediremos permiso, ¡total! Los dioses lo saben todo y nos estarán esperando. Nos sentaremos a conversar con ellos y luego regresaremos. Regresaremos más sabios, más «ilustrados» y más claros, ¿de qué se trata este juego? ¡Si! Un día de estos.
Pero antes, un día de estos, tenemos que sentarnos al techo y contemplar las estrellas, ver las fugases y las más intensas, las menos también. Sorprendernos como la primera vez que las vimos y nos susurraron al oído; allá está Dios.
Soñar que volamos en la noche y alcanzamos a tocarlas. Un día de estos lo haremos, te lo prometo.
También te prometo que un día de estos regresaremos a esa casa, la de la infancia, la primera que soñamos y donde fuimos tan felices.
Donde descubrimos los olores de la cocina y de las flores. Donde navegábamos en cualquier rama y estábamos hechos de un material parecido a la goma. Caíamos de cabeza en la tierra dura y rebotábamos cual pelota sin dolor y con deseos de continuar el camino hacia arriba.
¡Si! Un día de estos volveremos a la infancia. Y volveremos también a las casas de los amigos, de los que se perdieron en el camino y de los que ya regresaron al infinito.
Caminaremos lentamente las calles del barrio, una a una, despacio y en silencio.
Si, un día de estos lloraremos recordando momentos ya perdidos antes que la memoria se los lleve para siempre.
También te prometo, que un día de estos, nos tomaremos un día para mirar de nuevo al mar y al cielo y comparar sus azules. Y la variedad de verdes del bosque y los ocres de la tierra. Y los colores variadísimos de las flores.
Iremos también a visitar los abuelos a sus tumbas y a nuestros padres y a todos los que compartieron con nosotros esta vida.
Un día de estos daremos las gracias por el regalo de vivir, por pasar así sea un momento breve o largo por esta extraordinaria dimensión. Será el día de agradecer lo recibido a esa misteriosa fuente de la existencia.
Pero también un día de estos, daremos las gracias a los compañeros que conocimos y que en bien o mal nos enseñaron a experimentar los sentimientos diversos que aquí se viven. ¿De qué otra manera podríamos decir que vivimos?
Si, un día de estos, saludaremos al universo por sus extraños principios y finales. Sus complicadas ecuaciones y acertijos. Su bien guardado misterio y, sobre todo, por su juego en donde la libertad se hace prisionera de la consciencia.
Recuerda que tenemos algo pendiente para un día de estos. Antes que te vayas «para siempre» o regreses con otro nombre y otro rostro. Antes que descubras lo que eres.
Un día de estos, antes que termine el juego, tenemos que pagar lo adeudado y cumplir lo prometido. Besar los besos pendientes y apasionadamente desnudos, levantar las copas y brindar ¡salud! Mínimo Caminero.
massmaximo@hotmail.com
(El autor es artista plástico dominicano residente en West Palm Beach).
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