Estamos afrontando grandes dificultades a nivel mundial, que paradójicamente en vez de acercarnos al Padre Creador, mediante la fe, nos distraen fruto de las vorágines del día a día. Por inobservancia o por la misma contrariedad, impidiéndonos ver que aun con los avances de las ciencias, necesitamos un poder superior para vivir con bienestar biopsicosocial, económico y cultural.
Parece que estamos muy ocupados en nuestra realidad, lidiando con el alto índice de la desigualdad social; delincuencia, discriminación; pobreza; carencia en la transparencia gubernamental; corrupción; bajos ingreso y hasta con los conflictos ideológicos y religiosos. Además de la presión social, sin dudas andamos bien mareados.
De igual forma, el alto costo de la vida, nos mantiene afligidos, impotentes cada vez que recibimos una factura de servicios como la electricidad, telefónica, compras en los supermercados y farmacias, entre otros establecimientos de venta de productos de primera necesidad, entre ellos, los de la canasta familiar. Ni hablar del alza en el pago por concepto de suministro de agua, recogida de basura y compra de combustibles. Es la realidad de países en desarrollo como la República Dominicana, su población sobrevive, y ¡siguen apretando la tuerca!
A eso sumémosle el auge apadrinado por la perversidad, de los antivalores: creciente odio social; prácticas de discriminación, que hacen de las diferencias desigualdades. Inmoralidad bombardeada a la juventud, disfrazada de acto cool. Validado por un segmento de la población que está alienado, y atenta contra el decoro de la sociedad, al invisibilizar el respeto, la tolerancia, la honestidad, la responsabilidad, la lealtad, la solidaridad y la armonía. Todos ellos, valores universales y deberes ciudadanos que todos y todas debemos mostrar.
Pero, no nos angustiemos más, ¡tengamos fe, Dios tiene una forma especial de sanar lo que está roto! Asimismo, si solo te aferras a la ciencia, la ley física de causa y efecto asegura que cada persona, vive las consecuencias de sus actos o acciones, sean estas positivas o negativas. ¡Más clara ni el agua!
Como vivimos por fe, no por vista, hoy te exhorto que confíes, tal como afirma 2 Corintios 5:7, porque, ¡tenemos ángeles, en la tierra y en el cielo!, estoy convencida. Sé que has vivido la experiencia de tenerles en tu vida, para fortalecerla gratamente. Agradezcamos a Dios su existencia, guía y protección. Ellos están en esos seres con quienes interactuamos cada día y dejan un grato sabor a boca en cada encuentro. También en los seres amados que ahora tienen morada celestial, pero que nunca se han ido porque viven en nuestras mentes y corazones y nos llenan de fuerzas para continuar viviendo una vida productiva.
Si crees y tienes completa confianza en Dios, abraza la recomendación del Padre Celestial en La Epístola o carta a los hebreos, capítulo 13:1-2, ahí nos manda a seguir amándonos los unos a los otros fraternalmente. Sin olvidar practicar la hospitalidad; servir a los demás y ser personas solidarias, pues gracias a ella, incluso sin saberlo, lograremos hospedar ángeles.
Mientras, continuemos fortaleciendo la fe, sigamos haciendo aportes para generar cambios positivos en nuestra sociedad; al bienestar social. No importa que tan pequeñas sean las acciones que encaminemos, ellas hacen la diferencia. Luchemos por una sociedad más justa, donde el acceso a educación de calidad para todas y todos no sea quimera.
No desmayemos al presentar contribuciones para que se fortalezca en nuestro país la protección social; se garanticen mediante ejemplos fehacientes derechos humanos, como la salud; salud sexual y reproductiva; la preservación del medio ambiente y la cultura nacional. La educación es el norte.
Volvámonos al Señor, en Él siempre habrá contestación, y como afirma 2 Timoteo 3:16, toda la Escritura está inspirada por Dios y es provechosa para enseñar, para reprender, para corregir, para entrenar en justicia. «Educar no es dar una carrera para vivir, sino templar el alma para las dificultades de la vida».
Sin dudas, nada es para siempre: «el cielo y la tierra pasará…». Nuestro Padre nos sustentará ante la creciente crisis económica, el desempleo; carencias en las necesidades básicas: alimento, energía eléctrica, agua potable…, diferencias abismales entre ricos y pobres, que vulneran derechos fundamentales, como la igualdad y la equidad. «El que tenga oídos que oiga».
Sin embargo, en Cristo seremos más que vencedores. Proverbios 18:15, nos recuerda que, la mente del prudente adquiere conocimiento, y el oído del sabio busca conocimiento. Allí radica el legado. ¡Es tiempo de hacer cambios de comportamientos!
Hasta pronto.
santosemili@gmail.com
(La autora es educadora, periodista, abogada y locutora residente en Santo Domingo, República Dominicana).
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