Un escritor quedó muy molesto porque se le impidió la entrada a la Biblioteca Nacional por no mostrar la tarjeta de vacunación. Justifica el no recibir el fármaco contra la covid-19 en un derecho individual, pero cuando se marchó condujo su auto hacia el lado izquierdo de la vía, aunque hubiese deseado hacerlo hacia el derecho.
El poeta no alegó violación a su libertad de tránsito. La calle César Nicolás Penson solo se puede transitar en automóvil en dirección oeste-este, pues de lo contrario se incurre en violación a la ley. Las disposiciones legales buscan organizar la vida en sociedad y ayudan a distinguir la civilización de la barbarie. Y son para todos.
La covid-19 no es una ficción y si lo fuera tendría la marca de tragedia, nunca de comedia. En República Dominicana pasamos de los cuatro mil muertos por causa de la pandemia. La estadística mundial cuenta unos cinco millones de víctimas. Estados Unidos, país fuerte y rico, encabeza la lista con más de 741.500 decesos.
Pese a lo ocurrido, queda gente negada a vacunarse, recurso importante para detener los estragos del coronavirus. El Ministerio de Salud ha dispuesto -ya era tiempo- la obligatoriedad de presentar la tarjeta de vacuna para entrar a lugares públicos, bancos, medios de transporte colectivo, bares, restaurantes, centros de estudios.
Gente obstinada quiere hacer de esto motivo de protesta. Como si protestar fuera un deporte o una diversión. Puede haber una persona juiciosa negada a vacunarse, pero la reserva de sensatez le impediría exhibir que no lo ha hecho. La jactancia de no vacunarse resulta tan incomprensible como el orgullo gay.
Una resolución del Ministerio de Salud Pública obliga, desde el pasado lunes 18, a presentar cédula y la tarjeta de vacunación con al menos dos dosis para poder presentarse a los espacios de trabajo colectivos y cerrados, a los centros de estudios públicos y privados, al transporte y públicos, tiendas y discotecas o colmados.
El Ministerio de Administración Pública reforzó la disposición en cuanto al ingreso a las instituciones públicas, de las personas mayores de 12 años, resaltando que todas deberán presentar sus tarjetas de vacunación, con al menos dos dosis de la vacuna, o una prueba PCR negativa, con máximo de siete días de vigencia.
Incluso, la Universidad Autónoma de Santo Domingo, acrisolado espacio de libertad, se ha unido al cumplimiento de la medida oficial y desde ya exige a sus estudiantes la tarjeta de vacunación contra la covid-19. Lo mismo rige para el personal docente y el de apoyo. Vivir en comunidad conlleva acatar normas. La vacuna es una exigencia del momento.
rafaelperaltar@gmail.co
(El autor es periodista y escritor residente en Santo Domingo, República Dominicana).
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