Por Jhanel Ferreras
Los sistemas carcelarios están organizados por niveles de delitos y penas por cumplir.
En todas partes del mundo, las cárceles son un blanco de corrupción y artimañas asumidas por reos y vigías.
La República Dominicana, tiene un sistema carcelario deficiente, obsoleto, anarquista y profundamente corrupto.
El presidente de la república Luis Abinader, ha iniciado una serie de procesos de cambios en todas las esferas sociales y creemos necesario incluir dentro del pacto nacional el tema carcelario.
Han pasado los años y siempre hemos visto como los motines del sistema carcelario, van mostrando armamento letal en cada escenario de luchas delincuenciales.
No es posible que un sistema de regeneración conductual, se haga cuando los encargados de velar por el código, sean los mismos que trafiquen con armas, drogas, y demás yerbas aromáticas.
Cuando los llamados controles carcelarios son removidos de localidades, se activa un avispero inusual, donde los llamados a cumplir con un protocolo rígido de regeneración, exigen derechos como si estuvieran en la libre, sin darse cuenta que sus delitos penales preceden de algunas restricciones temporales.
¿Quiénes les brindan las armas a los presos, sin la complicidad de los agentes del orden? ¿Cómo pueden pasar armas de fuego y blancas sin que los custodias no sean parte del complot?. ¿Hasta cuándo seguirán incendiando los ajuares para ganar espacio ante la ley y el orden?
En los modelos de desarrollo mundial, los países avanzados están rumbo a cerrar todas sus cárceles, pues se supone que un país sin prisiones, es un país altamente desarrollado y sostenible.
Sin embargo en nuestra región, la desigualdad social va dejando un margen para la activación natural de la delincuencia.
Es tiempo de decidir, si seguimos con el modelo actual de tener almacenes de hombres agrupados para una consolidación del crimen, o dignificamos de una vez y para siempre el derecho del hombre a la reinserción social por medio a métodos efectivos y orientados a una segunda oportunidad.
Al final me hago la siguiente pregunta; Quien vigilará al vigilante?.
(El autor es catedrático, mercadólogo, comunicador y político).
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