Varios analistas políticos se han ocupado de resaltar las causas que condujeron al Partido de la Liberación Dominicana (PLD), a una de las más dramáticas derrotas electorales de la historia democrática nacional.
El tema no pierde interés con el paso de los días, todo lo contrario, en plena concordancia con la magnitud nacional e internacional de la debacle peledeísta.
Nuestro razonable aporte a esos análisis se limita a puntos muy específicos, sobre todo de naturaleza organizativa y electoral, partiendo de la división del tema en tres bloques, uno por cada nivel de elección.
En cuanto al nivel presidencial. Se observa rápidamente que, tras 16 años de dominio absoluto, el PLD se enfrentó y no supo o no pudo lidiar con suficiencia las limitaciones derivadas de su dilatado ejercicio del poder.
La idea del cambio se convirtió en una ola, que generó efectos electorales innegables a partir del convencimiento popular de que ya era suficiente, de que el PLD tenía que marcharse del poder.
Esta ola de cambio fue hábilmente manejada en forma de voto castigo al PLD, no tanto como voto por favorabilidad al Partido Revolucionario Moderno (PRM) o por su candidato, Luis Abinader, sino más bien en términos de sanción contra un partido que no solamente gobernaba el país cuando alrededor del 15 % de los electores no había nacido… sino que gobernaba ¡con los mismos funcionarios de hace 20 años!
La petrificada estructura dirigencial del PLD, en cuanto atañe a los máximos representantes, no le permitió a ese partido reestructurarse, acomodarse a los cambios sociales, expandir eficientemente a sus propuestas en el componente electoral más joven.
Eso es solo una parte del problema, que bien pudo solventarse con la estrategia de colocar candidatos jóvenes a posiciones importantes, como el caso de la senaduría del Distrito Nacional, por citar solo un ejemplo.
El problema es que los métodos de trabajo, las estrategias a futuro, todo se encontraba en manos de una dirigencia cuasi monárquica, que se apropió de todos los espacios de participación y que excluyó a elementos de renovación dentro de su estructura.
En esas circunstancias sorprende al PLD una división mucho más profunda, duradera y decisiva que lo que puede suponerse por los porcentajes de votación hasta ahora considerados.
Esa división fue de tan magnitud que aunque el candidato oficialista en realidad superó el 37% de los votos, pero, le hizo falta los que se fueron a la Fuerza del Pueblo o no votaron, mucho de los cuales decidieron abstenerse ante la división del partido de la estrella amarilla.
Sin embargo, no es que el candidato oficialista fuere o dejare de ser buen o mal candidato, ni nos parecen demasiado relevantes sus aciertos o limitaciones.
El problema fue que las primarias internas del PLD dividieron ese partido y de esa división salieron dos candidatos con una misma base de apoyo, por lo cual se produjo un desgarro interno que supuso para el partido, elementos que se conjugaron para configurar situaciones insuperables, adversidades que no era posible superar en medio de procesos electorales de una intensidad nunca antes vista.
Ninguna de las 2 fuerzas enfrentadas estuvo dispuesta, ni por un minuto, a ceder sus cerradas posiciones, ni en lo más mínimo siquiera.
Ambas estuvieron absoluta y terminantemente decididas en que era preferible el triunfo de la oposición al triunfo de su contraparte. Bueno, lo lograron.
Debatiéndose durante meses en reducidos porcentajes de intención de voto por el candidato y por el partido a los ya acostumbrado, entonces llega el golpe de percepción de las encuestas Gallup y Greenberg, en primer término, y Mark Penn, en segundo.
Sin considerar aquí su nivel de acierto, el momento en que esas encuestas fueron dadas a conocer, la expectativa que generaron en la población, el nivel de credibilidad de que gozan y la forma concatenada en que se presentaron a la población abatieron definitivamente las pretensiones oficialistas.
Fue un demoledor golpe perceptivo que derribó todas las aspiraciones oficialistas, que impidió hasta la articulación de estrategias apropiadas para rebatir su efecto negativo sobre las posibilidades de éxito del proyecto electoral gubernamental.
Del otro lado, el PRM se mostró con las garras, el deseo de triunfo, los recursos y las habilidades para lograr sus metas.
El notorio entusiasmo de sus dirigentes y candidatos, la excelente operatividad del “Día D” que les llevó a salir temprano a votar, decididos a ganar y realizando todos los acuerdos y contactos necesarios para lograrlo.
Salieron como fieras sedientas de votos y consiguieron su propósito. A todos los observadores les resulta obvio que Luis se fajó como artesano a armar su triunfo, con tenacidad y paciencia.
Fue notorio que los perremeístas salieron a las calles con dinero para lubricar apoyos de última hora, consiguiendo el apoyo hasta de miembros de otros partidos, que ostentan decretos y designaciones gubernamentales desde hace años y que dieron el salto, impúdica pero razonablemente hacia el candidato que consideraban ganador.
En ese proceso, figuras electorales clave en el nivel nacional y local fueron simplemente neutralizadas por el PRM. Senadores, alcaldes, diputados, dirigentes, empresarios… mucha gente se sentó ante lo que consideraban el triunfo inevitable de la oposición, de manera que la estrategia y la táctica perremeístas funcionaron, pese al criterio de personas como quien esto escribe crean lo contrario, logrando desestimular y neutralizar a contrarios y con ello logrando apoyos clave para su proyecto.
En cuanto a lo senatorial
La imagen de oposición “unida” que proporcionó al PRM y a la FP la alianza senatorial alcanzada con Juntos Podemos surtió efecto muy positivo en la estrategia general, sobre todo en el PRM en la imagen y la percepción de triunfo de ese partido y su candidato.
Al convencimiento general sobre las posibilidades reales de triunfo opositor, a la idea de la unificación de los partidos se unió el hecho de que, de 25 recuadros en la boleta 15 estaban ocupados por partidos opositores que llevaban candidatos senatoriales comunes.
Es como decir que el elector, al visualizar la boleta, lo que veía era un caleidoscopio de colores y partidos con el mismo candidato.
Por el contrario, el oficialismo presentaba candidatos que tenían 3, 4 y hasta 5 períodos repitiendo en sus aspiraciones.
Candidatos desgastados, tanto por el prolongado ejercicio representativo como porque iban de reelección a reelección sin pasar por procesos verdaderamente democráticos, sin el apoyo de la mayoría de los dirigentes de base, cuyas aspiraciones eran simplemente bloqueadas.
Ese y otros cambios son ya imprescindibles e impostergables. Resulta innegable que el esquema actual es insostenible: un funcionario público, electo o no, no puede pretender convertirse en el dueño de una posición.
Tanto a lo interno de los partidos como en el ejercicio de la función pública la periódica recomposición de los directivos principales induce a la aceptación de la continuidad del Estado como elemento imprescindible de los planes y programas administrativos. Los funcionarios eternos no garantizan continuidad alguna, excepto la de hacer prevalecer su omnímoda opinión.
Lo que se ha demostrado hasta ahora es que una posición electiva mantenida durante años y años da lugar al clientelismo, al paternalismo y a otros vicios administrativos pero no favorece la producción de nuevas ideas, nuevos trabajos o nuevas metas y eso no puede continuar.
Por si fuera poco, muchos candidatos oficialistas al senado se dedicaron a cazar leonelistas en sus provincias, lo que terminó pasándole factura a sus aspiraciones al perder apoyos populares cruciales.
Además de todo lo visto, esos candidatos a senadores concurrieron por primera vez sin el voto de arrastre de los diputados. Y sin ese voto de arrastre, en un proceso con reglas nuevas, se lanzaron al mar electoral y la ola del cambio se los llevó.
En cuanto a diputados
No puede decirse lo mismo de los diputados. Estos representantes son producto del dinero, de altísimas inversiones económicas, básicamente y salvo honrosas excepciones como ocurrió en la Circunscripción 1 del Distrito Nacional –donde salieron electos José Horario Rodríguez, por ALPAIS y Omar Fernández por la Fuerza del Pueblo, entre otros, candidatos cuyo carisma político, juventud y novedad los conecta con el electorado–.
En la generalidad de las circunscripciones electorales de diputados lo que se observa es lo ya denunciado por el Foro Permanente de Partidos Políticos (FOPPPREDOM): el sistema de método de asignación de escaños, el uso profuso y abusivo del dinero como forma de cooptación de electores hizo nuevamente de las suyas, como denuncian acertadamente los observadores de la Organización de Estados Americanos.
Tanto los candidatos a diputaciones por el partido de gobierno como los de la oposición volvieron a usar lo que al parecer son inagotables fuentes de financiamiento de última hora, para generar resultados electorales predeterminados.
Y esto a pesar de que se ha demostrado hasta la saciedad que el denominado Voto Preferencial, con todo lo bonito y bueno que pueda parecer, es el más caro del mundo. Constituye el encarecimiento del proceso electoral más allá del costo natural o razonable de la democracia.
Puesto que al depender, cada candidato, de sus propias finanzas para competir a lo interno de sus propios partidos, se produce una incontrolable confrontación económica. Peor aún, luego de las contiendas internas, se produce otro enfrentamiento interpartidario donde las posibilidades de ganar unas elecciones, al margen de los méritos, las virtudes y el talento de los candidatos o candidatas, lo determina el fardo de billetes, es decir, la capacidad de dádivas, lo que corrompe enormemente a los electores.
Esta situación genera que al presupuesto del partido se suman los recursos particulares de los candidatos en una lucha mercantil en conquista del favor personal del voto, lo cual resulta difícil de controlar, tanto por los propios partidos, como por el sistema de administración electoral.
En la elección preferencial de diputados debió utilizarse el método originalmente previsto por el artículo 223 del Proyecto de Ley Orgánica de Régimen Electoral, según el cual el método de asignación de escaños lo sería el de “cociente electoral y resto mayor”, según el cual se divide el total de votos válidos emitidos entre el número de escaños a distribuir por circunscripción, obteniendo la cantidad de votos más alta que le queda a cada partido y asignando a cada partido el número de escaños que su votación indique, contenida en el cociente electoral.
Ese método, que fue propuesto por la Junta Central Electoral en su Proyecto de ley electoral, fue desechado por el ya fatídico Método D’Hondt, que claramente favorece a la primera mayoría y que deja sin posibilidades de competición a técnicos, expertos en diversas áreas, gestores culturales y líderes comunitarios.
Nuevamente se quedan sin representación personas con largo historial de servicio a sus comunidades, por no tener dinero. Y nuevamente se tendrá un congreso en el que no estarán los más preparados sino los que tuvieron más dinero para invertir, así de sencillo.
Definitivamente, no parece que a partir del 16 de agosto vaya a mejorar la representación de la Cámara de Diputados, en lo absoluto.
En las demarcaciones de diputados la oposición sorprendió al oficialismo con candidatos jóvenes, carismáticos, potables, admirados por sus comunidades… y con dinero para competir.
Al menos FOPPPREDOM promete seguir trabajando para evitar esa situación tan negativa para el sistema electoral y democrático, incluso proponiendo que el sistema electivo sea cambiado, como mínimo hacia uno de carácter mixto, preferencial y de lista, porque de lo contrario nunca mejorará la calidad de la representación y tampoco, triste es decirlo, tampoco mejorará la participación de la mujer en la composición de los órganos representativos.
No basta creer que la participación de la mujer y la juventud en la política se logrará con una cuota de 50 %, ni de 75 % ni de ningún porcentaje. Ninguna cuota establecida ha logrado ese objetivo, ni creemos que pueda lograrlo.
A fin de cuentas, la integración del Congreso Nacional no refleja por ninguna parte la existencia de cuotas de elección, simplemente porque no se trata de candidaturas reservadas sino de competencia política.
De hecho, uno de los problemas básicos del mentado voto preferencia es que coloca a los candidatos más vulnerables en una situación aún más desventajosa.
Enseñanzas
Hay varias enseñanzas resultantes del pasado proceso electoral, algunas de las cuales presentamos aquí antes de terminar.
En primer lugar, existe una necesidad real de promover la “integridad electoral”, o sea, la aplicación y respeto de principios y normas electorales, que no solamente tienen carácter universal sino que resultan exigibles porque son respetados en prácticamente todas las naciones civilizadas y democráticas del mundo occidental.
La integridad electoral está ligada estrechamente a la responsabilidad y la rectitud moral de los diversos actores políticos, funcionarios electorales y personas influyentes en la opinión pública que colaboran para lograr unas elecciones libres y justas.
En segundo lugar, debe observarse atentamente que es al gobierno al que le toca tratar de hacer un esfuerzo por mejorar la gobernabilidad, pero que a todos nosotros nos compete contribuir con la estabilidad política.
La pandemia obliga, al generar condiciones difíciles para el sostenimiento diario de los trabajadores informales y de las empresas.
Pese a lo que pueda creerse, el actual es un gobierno de minoría: la mayoría fue la abstención que alcanzó más de 45 % en las elecciones nacionales y más del 75% en las del exterior, todas impactadas negativamente por las condiciones en las que se realizó el proceso.
Ciertamente, a quienes fueron electos les conviene interpretar los deseos de quienes no votaron, que indiscutiblemente son la mayoría.
Los partidos políticos, todos, debemos colaborar desinteresadamente para y con el próximo gobierno, para que tome las decisiones adecuadas con el consenso político requerido en las difíciles circunstancias actuales y así pueda resolver los problemas sanitarios y económicos que padecemos.
En ese tenor, tratemos de hacer conciencia en nuestras fuerzas políticas, de manera desprendida de que es necesario apoyar al gobierno entrante, al margen del partidarismo y de posiciones electoralistas, para que como nación podamos salir lo mejor librados de las secuelas que nos dejara la pandemia del COVID-19.
Así, esperamos que Abinader, Presidente electo, a la vista de las delicadas situaciones en las que le toca gobernar, tome decisiones acertadas basadas en la selección de personas nuevas pero con formación y experiencia suficientes como para mantener la estabilidad macroeconómica y cambiaria, aspecto de crucial importancia porque es lo que hace a los gobiernos fuertes o débiles, tanto que pueden ganar o perder la estima popular, todo ello con mucha rapidez.
Por lo pronto, es correcto que nosotros, los partidos de oposición le demos un tiempo prudente al gobierno para que pueda desarrollar sus estrategias para sacar al país de la grave crisis en que se encuentra, al final esta acción patriótica nos debe encontrar a todos unidos por y para el beneficio de nuestra nación.
El pueblo espera de Danilo, Leonel, Gonzalo, Quique y Miguel un espíritu de colaboración y con la vasta experiencia que tienen hagan los aportes y asesorías necesarias para que salgamos lo mejor librado de las secuelas de esta terrible pandemia, esperamos de igual manera que el presidente Abinader se deje ayudar y así lo entienda, por la salud y la estabilidad económica del pueblo Dominicano.