La famosa psíquica y sanadora espiritual Mary T. Browne, quien a los siete años tuvo sus primeras experiencias paranormales, describe con mucho criterio los efectos del miedo en el ser humano.
Durante más de 30 años sus poderes de visiones y comunicaciones con el otro mundo la ha ayudado a comprender la muerte y sus misterios y a elaborar una verdadera filosofía de la vida. Es lo que se reseña en la contraportada de su libro “La vida después de la muerte” en el que nos revela qué sucede después que morimos.
“….El velo entre la Tierra y el mundo es muy fino. Los espíritus incapaces de romper las ataduras en el mundo físico se quedad rondando por aquí. Aunque la mayor parte de la gente no los vea, están cerca. La fuerza espiritual es una gran protección contra influencias no deseadas. La fuerza del mal no puede sobrevivir ante el poder del bien. El verdadero amor expulsa el miedo”. (pág.115).
“Y, una vez más, sólo aquellas almas que realizan acciones verdaderamente malvadas sin remordimientos de ningún tipo entrarán a la esfera más baja del espíritu”. (pág.118).
En esos dos párrafos extraídos del citado libro me llama la atención la palabra “miedo” y donde habla de “almas que realizan acciones verdaderamente malvadas sin remordimientos”.
Eso es, precisamente, lo que está ocurriendo en el mundo. Las mentes malignas han impuesto el miedo como un sello gomígrafo de poder para imponerse y dominar a los más débiles. Y lo hacen mediante el uso de las devastadoras armas de fuego, empleando mensajes impregnados de amenazas o dejando morir de hambre a millones de personas que no responden a sus depredadores intereses.
Si extrapolamos esa realidad a la República Domiicana, veremos que aquí hay mucho miedo a enfrentar a los sectores desalojados del poder que financian huelgas y otros desórdenes para crear una escena desestabilizadora en el orden político y social; que traman en la sombra para volver a las arcas del Estado y continuar devastando al fisco, una tarea que desarrollan en complicidad con hombres de negocios de conductas podridas que no les interesa un carajo que el país se hunda.
Son personeros que cada día infunden miedo a la población cuando, a manera de críticas insanas y malintencionadas, vaticinan acontecimientos económicos y sociales desastrosos en lugar de aportar ideas positivas para erradicar los fenómenos que generan inseguridad ciudadana, como las acciones del narcotráfico y la corrupción.
Confieso que siento mucho miedo (no a la muerte) por el destino que nos depara en los años por venir, sobre todo, por la generación del relevo, esos niños de dos años y adolescentes que pasan prolongadas horas frente a un televisor o manipulando una Tableta, un celular, intoxicándose con las basuras virtuales, como las pornografías y los juegos de guerra, dejando a un lado las tareas escolares.
Estamos conviviendo con muchas gentes malas que con sus actos de mala fe y mensajes mezquinos están induciendo a la violencia, a los crímenes, al irrespeto a la vida del prójimo y a nuestras leyes.
Siento mucho miedo por la violencia verbal de las gentes en las calles, que hasta por el roce de un vehículo asesinan a sangre fría, sin medir las consecuencias.
También, siento temor que por la indiferencia de una gran cuota de nuestra clase política y las malas prácticas de algunos malos dominicanos, anti patriotas, desaparezcamos como nación al endosar al territorio nacional la masiva entrada de inmigrantes indocumentados a cambio de dádivas económicas.
Igual preocupación me aturde cuando el gran comercio manipula y altera a su antojo, sin remordimientos, los precios de los diferentes productos de consumo humano en un abierto reto a las autoridades.
Temo morir sin ver a mi país liberado de las personas de mentalidad diabólica que por enriquecerse perjudican a las clases empobrecidas y aplican zancadillas para hacer fracasar a aquellos que sí tienen buenas intenciones para desarrollar al país.
Aspiro a que, como expresa la psíquica Mary T. Browne, en la República Dominicana la fuerza del mal no continúe sobreviviendo ante el poder del bien.
mvolquez@gmail.com
(El autor es periodista residente en Santo Domingo, República Dominicana).
Comentarios sobre post