Un iluso, como yo, pudo creer que a esta fecha ciertos líderes políticos se habrían disculpado con el presidente de la República por las actitudes que asumieron frente a la propuesta de reforma constitucional. El rechazo irracional al proyecto incluyó afirmaciones insidiosas y atentatorias contra el buen nombre de Luis Abinader.
La nueva Constitución es un hecho irreversible desde el domingo 27 de octubre, a las 10:55 de la mañana. En ninguna parte contiene algún arreglo que abra las vías al actual mandatario de repostularse otra vez. Al contrario, la Constitución de Abinader expresa que este no podrá postularse jamás a la presidencia ni la vicepresidencia de la República.
Desde el domingo pasado, se ha esperado que los líderes que atribuyeron propósitos malsanos a la reforma digan, por lo menos: “Admito que me equivoqué”. Si se respetaran y otorgaran valor a su palabra, ya se hubieran disculpado, pero no lo harán, pues faltan entereza y sinceridad, y de paso, sobra en ellos autovaloración.
“Ahora tienen que creer en mi palabra”, dijo de ellos el presidente Abinader en el acto solemne de proclamación de la Constitución por parte de la Asamblea Nacional. La sociedad sensata ha recibido con beneplácito la reforma constitucional. Los diarios editorializaron elogiosamente, sobre todo por el respiro que significa el fin del continuismo antojadizo.
Los líderes de la antirreforma pudieron haber dicho, y todavía es tiempo para decirlo: “Nos equivocamos con este hombre, nunca pensamos que en República Dominicana habría un presidente capaz de modificar la Constitución para cerrarse la posibilidad de volver al poder”. Rectificar es propio de sabios, de gente sensata.
El presidente del Senado y de la Asamblea Nacional, Ricardo de los Santos, lo proclamó son sobrado entusiasmo: “A partir de ahora, escuchen bien, ningún presidente podrá cambiar las reglas del juego para perpetuarse en el poder”. Es lo que han hecho la mayoría de los gobernantes que promovieron reformas a la Carta Magna.
Una muestra: de las cuatro reformas aprobadas en el presente siglo, tres fueron movidas por el interés del gobernante de turno (Mejía, Fernández, Medina) de conseguir otra oportunidad de gobernar. Pese a los vaticinios de los falsos profetas, con la reforma de 2024 serán controladas las ansias de poder de quienes gobiernen.
El artículo 278, añadido a la Constitución, establece que “Ningún funcionario de elección popular podrá beneficiarse de una reforma constitucional durante su mandato cuando ésta verse sobre las reglas de postulación elección y permanencia en el cargo”. Líderes de la antirreforma, es tiempo de disculparse. Háganlo ahora.
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(El autor es periodista y escritor residente en Santo Domingo, República Dominicana).