Desde «esa otra realidad» de dónde venimos, a donde se perciben unos sentimientos «claros» y desde donde somos enviados a fajarnos con el sudor y la materia «del tiempo». Pedí escoger lo que quisiera ser…
Pero fueron tantas las opciones que tuve que me perdí en el camino y opté por «dejarme llevar» por las naves del destino.
Cualquier vida que se me presentaba ocupaba unas «ecuaciones» tan extrañas que, aun siendo un ser de luz dotado de infinitas dotes «mágicas», diríamos, no podía seguir el hilo a estas y los detalles que requiere «formalizar» una vida en la tierra.
Uno termina agotado, que es mucho decir de aquel lugar integrado, donde no se conoce la angustia, ni el dolor o sufrimiento. Solo un bienestar lineal y constante que termina por aburrirnos, como hacen todas las rutinas y hábitos.
Luego de un pequeño descanso, me atreví a «escoger» y a no insertarme como un número más que debía ocupar el «espacio lógico» asignado para continuar con «la armonía del universo».
Las miradas fueron de sorpresa, ante un mundo donde no existen tales libertades y, sin embargo, estas son parte del aire que allí existe, por lo que accedieron a mi pedido.
¡Anda! Escoge, a la vez que sentía un soplo, parecido a una palmada terrícola, que me empujaba. Hice una recopilación de lo mejor que había en todos los destinos asignados para mí y los uní de tal forma que no dejara colarse ninguna de las cosas malas que estaba supuesto a recibir.
Se miraron sorprendidos, ya que no se está acostumbrado a encontrarse «un alma»… «Desalmada»… Y hasta cierto punto «oportunista», pero, como estamos «en el cielo», se tienen prohibidos los chismes y comentarios que creen divisiones.
Me pareció escuchar a uno, indignado, que «balbuceó» algo que entendí como «alma descarada» y un gesto de desprecio, algo muy castigado en este paraíso energético.
Antes de que se desatara el desorden, me lancé por el túnel que me conduciría a estar aquí con ustedes para contarles esta anécdota «cielar».
Ante el apuro que me vi forzado a hacer por las caras de mis colegas del cielo, no pude terminar a tiempo «la ecuación» de bienestar que hacía y muchas cosas salieron mal…
Terminé sufriendo igual que ustedes por amores que parecían eternos y resultaron finitos. Amigos que no, amigos que sí. Heridas y disgustos. Padres e hijos no tan perfectos y cariñosos y trabajos indeseados entre sueldos de miseria.
No salió tan bien el apuro, porque terminé viviendo en un rancho con techo de pajas y no en el palacio que había escogido. Un burro en vez del Tesla y los viajes terminaron a pie y no en los aviones privados señalados.
Aquí estoy, cuarenta años con la misma esposa y no con las jovencitas seleccionadas en turnos para cada cinco años.
Me internaron ayer en el hospital, ya que los años no perdonan, pero yo tenía programado no ponerme nunca viejo y lucir siempre de 30. En fin, que ya estoy a punto de regresarme al lugar de partida donde podré reclamarles a esos desgraciados «ángeles» que resultaron más diablitos que mis peticiones libidinosas.
Aunque no pierdo la esperanza de volver y esta vez me aseguraré de que sí pueda escoger y no de que «le escojan a uno» las penurias y dificultades, «dizque para que uno se arregle» y deje de ser tan perverso.
Yo creo que si nos dejaran escoger la vida que quisiéramos vivir, la mayoría de ustedes hubiera escogido lo que yo escogí, ¿o no?… ¡Bandidos! ¡Salud!. Mínimo Escogidero.
massmaximo@hotmail.com
(El autor es artista plástico dominicano residente en West Palm Beach, EEUU).