Me he propuesto no escribir sobre el señor Donald Trump, presidente de los EUA, elegido por los votantes de ese país. Daré cabida a unas ideas del actor Robert De Niro, quien es ciudadano estadounidense, nacido allí y quien tiene conciencia de nación. He reducido su declaración para ajustarla al espacio.
Dice De Niro: He pasado mucho tiempo estudiando a los hombres malos. He examinado sus características, sus gestos, la absoluta banalidad de su crueldad. Sin embargo, hay algo diferente en Donald Trump. Cuando lo miro, no veo a un hombre malo. De verdad. Veo a un malvado.
A lo largo de los años, he conocido a gánsteres aquí y allá. Este tipo intenta ser uno, pero no lo logra. Existe algo llamado “honor entre ladrones”. Sí, incluso los criminales suelen tener un sentido del bien y del mal. Si hacen lo correcto o no es otra historia, pero tienen un código moral, por muy retorcido que sea.
Donald Trump no lo tiene. Es un tipo duro en potencia sin moral ni ética. Sin sentido del bien y del mal. No tiene ningún respeto por nadie más que por sí mismo, ni por las personas a las que se supone que debe dirigir y proteger, ni por las personas con las que hace negocios, ni por las personas que lo siguen, ciega y lealmente, ni siquiera por las personas que se consideran sus “amigos”.
Siente desprecio por todos ellos. Los neoyorquinos lo conocimos a lo largo de los años, porque envenenó la atmósfera y llenó nuestra ciudad de monumentos a su ego. Sabíamos de primera mano que era alguien a quien nunca se debería considerar para un puesto de liderazgo.
Intentamos advertir al mundo en 2016. Las repercusiones de su turbulenta presidencia dividieron a Estados Unidos y sacudieron a la ciudad de Nueva York más allá de lo imaginable. Recuerden cómo nos sacudió la crisis a principios de 2020, cuando un virus arrasó el mundo. Vivimos con el comportamiento grandilocuente de Donald Trump todos los días en el escenario nacional y sufrimos al ver a nuestros vecinos amontonarse en bolsas para cadáveres.
El hombre que se suponía que debía proteger a este país lo puso en peligro debido a su imprudencia e impulsividad. Fue como si un padre abusivo gobernara a la familia mediante el miedo y la violencia.
Así que hoy lanzamos otra advertencia. Desde este lugar donde Abraham Lincoln habló, aquí mismo, en el corazón palpitante de Nueva York, al resto de Estados Unidos.
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(El autor es periodista y escritor residente en Santo Domingo, República Dominicana).