El paciente terminó el periplo por cuatro consultorios, donde fue auscultado con diferentes equipos para escrutar la visión y el ojo como órgano. Luego entró al despacho del médico director, quien ya tenía de él un arsenal de informaciones sobre su salud visual. Se asustó con lo que le dijo el facultativo:
“Usted va camino a perder la visión, se ha hecho gran daño en los ojos, usted ha estado usando un producto para eliminar la rojez de los ojos, confiado en que es una gota humectante, pero se trata de un vasoconstrictor”. El médico es el doctor Arnaldo Espaillat Matos, del Instituto Espaillat Cabral, el más antiguo centro oftalmológico del país.
El fármaco se llama nafazolina, el cual se expende libremente con diferentes nombres. A pedido del paciente, quien por lo ya dicho fuera sometido a doble cirugía ocular, el doctor Espaillat dispuso la divulgación de una nota de advertencia, la cual firma la especialista Katherine Rivera, con el aval del Instituto. Ella la tituló “Advertencia sobre el uso indebido de la Nafazolina”. Sus palabras:
La nafazolina oftálmica es un medicamento que se usa frecuentemente para mejorar el enrojecimiento de los ojos causado por alergia, sequedad ocular o irritantes del medioambiente. Su efecto vasoconstrictor reduce la hinchazón de los tejidos, proporcionando alivio transitorio del enrojecimiento y los síntomas oculares.
Uno de los principales riesgos asociados al uso no prescrito y/o excesivo de nafazolina oftálmica es el fenómeno conocido como efecto rebote, el cual se produce cuando el uso prolongado del medicamento hace que los vasos sanguíneos se vuelvan más sensibles a la nafazolina, lo que provoca mayor irritación y enrojecimiento de los ojos al suspender su uso, haciendo indispensable el uso continuo de la nafazolina para mantener el ojo libre de enrojecimiento; esto da lugar a empeoramiento del problema y dependencia del medicamento.
Además, el uso indiscriminado de la nafazolina puede causar efectos adversos en la salud del ojo ya que la constricción excesiva de los vasos reduce el flujo sanguíneo hacia los tejidos del ojo, disminuyendo la cantidad de oxígeno y nutrientes que recibe, lo que puede ocasionar: visión borrosa, picazón, quemazón, sequedad ocular, dilatación pupilar. Estos síntomas pueden empeorar con el tiempo si no se sigue adecuadamente la dosis recomendada por un oftalmólogo. En casos de uso crónico puede contribuir al desarrollo de glaucoma, una enfermedad ocular grave que puede provocar pérdida de la visión.
Si usted padece alergia ocular, molestias de sequedad y enrojecimiento persistente, es importante buscar asistencia oftalmológica para evaluar la situación y recibir el tratamiento correcto.
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(El autor es periodista y escritor residente en Santo Domingo, República Dominicana).