La conquista más importante de las elecciones del 5 de julio es la demostración, por parte del pueblo dominicano, de que es posible vencer al dinero que desvergonzadamente se echa a correr para comprar adhesiones y vulnerar la voluntad de los votantes. Predominó la vergüenza contra el dinero.
También quedó claro que es posible derrotar al poder. Muchos dominicanos han llegado a creer que es inútil luchar contra quienes ejercen el gobierno, con altanería y sin pudor alguno, como lo ha hecho durante los últimos dieciséis años el Partido de la Liberación Dominicana.
Todas las circunstancias concurrieron para que el Partido Revolucionario Moderno ganara esas elecciones y el economista Luis Abinader fuera elegido presidente de la República Dominicana. Pero el pueblo fue suficientemente cauto para repartir porciones de gobernanza a través del Congreso Nacional, el más importante poder del Estado.
El Poder Legislativo había sido reducido en gran proporción a la condición de apéndice del Ejecutivo, porque la mayoría peledeísta en ambas cámaras se trocó en instrumento de las ambiciones y planes antidemocráticos del presidente Danilo Medina. Por eso las elecciones, al nivel legislativo han resultado un cataclismo para el PLD.
Las elecciones del 5 de julio han significado un apocalipsis. El Diccionario académico define esta palabra así: m. “Fin del mundo. U. t. c. f.2. m. Situación catastrófica, ocasionada por agentes naturales o humanos, que evoca la imagen de la destrucción total. Un apocalipsis nuclear”. No se trata del fin del mundo, sino fin de una era.
Ha sido un sacudimiento de la vida política que conlleva una renovación total. El PLD, acostumbrado a sentirse dueño del Estado dominicano y todos sus bienes, ha sufrido un cataclismo. En el sentido bíblico, apocalipsis vale como revelación, y las elecciones fueron muy reveladoras.
Por ejemplo, cinco fuerzas políticas, incluidas tres minoritarias, tendrán representación en el Senado. Este órgano del Poder Legislativo reviste cierta exclusividad, puesto que se elige solo un senador por cada provincia y el Distrito Nacional. Esta vez no será bipartito, como ha ocurrido tradicionalmente.
A pesar de los esfuerzos y malas artes del gobierno y el PLD, el PRM ganó 18 de 32 senadurías y le quedó generosidad para prestarle votos al Partido Reformista Social Cristiano y a Fuerza del Pueblo para que ganaran escaños en el Senado, no obstante la baja votación alcanzada en el nivel presidencial, que es lo que cuenta para la estadística electoral.
También el Bloque Institucional Socialdemócrata ganó una senaduría. Lo cierto es que tendremos un Congreso plural, que obviamente estará en mejor condición de cumplir sus roles: legislar y fiscalizar. Sin dudas, una renovación democrática.
(El autor es escritor y periodista residente en Santo Domingo).
rafaelperaltar@gmail.com
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