Al nacer somos una simple tabula rasa; una hoja en blanco que la familia, escuela, la sociedad…, como nuestros alfareros, desde sus destrezas y habilidades, deben moldear cual arcilla preciada, para obtener un producto valioso y de calidad, luego de una afanosa producción.
Como es bien sabido, las cosas poseen valor por la estima o admiración que producen, tipo de servicio que ofrecen y lo que representan. Los seres humanos en cambio, por nuestra bondad, sentimientos benignos, nobleza en las intenciones…., y eso que es un tesoro, hoy está en escasez.
En la actualidad el mundo vive grandes transformaciones, importantes cambios e innovaciones; avances nunca antes vistos en todos los ámbitos, incluyendo el tecnológico. Parece embuste, pero, es sumamente difícil construir relaciones sanas, en las que prime respeto, confianza, comunicación, empatía y compromiso o responsabilidad personal, donde toda persona se sienta valorada y considerada.
Las relaciones interpersonales colapsan en el presente, fruto de la falta de compromiso, honestidad y perdón, carencia de sinceridad y acciones empáticas. Asimismo, dificultad para escuchar, preguntar con cortesía, validar sin juzgar y agradecer…,
«La bondad es la única inversión que nunca falla». Existe mala comunicación y dificultad para apoyar objetivos del prójimo, y celebrar sus éxitos. Vivimos embebidos en una vida rápida, tan apresurada como los avances de este siglo. Faltos de paciencia para soportar a los demás, aunque, enérgicos para edificar relaciones poco saludables.
Ignoramos que las relaciones interpersonales son esenciales para cohabitar en todos los espacios simbólicos que pernocta el ser humano. Ellas pueden robustecer sentimientos, emociones, intereses, empero, se basan en buena comunicación, que lleva al bienestar, a la salud de la sociedad.
Si se analiza con juicio, ellas, son tesoros más valiosas que el templo hindú Padmanabhaswamy; el Galeón español San José, que transportó oro, plata y piedras preciosas; las monedas de oro, plata y diamantes que se encuentra en el fondo del Mar Caribe, y el tesoro de Lima o el de la princesa mixteca, por solo mencionar algunos.
Porque, ni las pirámides, ni las tumbas de nuestros antepasados. Ni las ciudades mayas de Yucatán, en México, tampoco las fortunas económicas…, son hoy más importantes que mantener relaciones armoniosas entre coterráneos. Vivir una vida rica en buenas acciones. Sin embargo, las guerras híbridas entre naciones, presentes en el mundo, también persiguen el aislamiento social.
En este orden, los medios de comunicación tienen una enorme responsabilidad, que parecen olvidar: deben crear con sus informaciones, orientaciones, entretenimiento, forma de conmover…, estilos de vida saludables; difundir valores. Ser un foro para el fortalecimiento e intercambio cultural.
Cuando la función se desvía y es contraria a lo descrito, como ocurre en la actualidad, solo se obtiene involución social. No se puede olvidar que los seres humanos damos significado a todos cuanto nos rodea, a cada símbolo, signo…, como bien afirmó el semiólogo Umberto Eco.
Por eso, es imperioso difundir contenido de calidad, con el que siempre se apuesta a obtener la buena atención del público. Porque robustece el bien hacer en la sociedad. El está presente en historias que cuentan las bondades de nuestro arte, costumbres…, que elevan el sentimiento patrio, la identidad.
Por consiguiente, desde los medios de comunicación se debe combatir la mala gestión de la economía de la atención, que vulnera derechos humanos, crea insalud en la población y afecta la cordialidad entre personas y Estados. Recordar que «el tiempo que se emplea en procurar hacer el bien, no se pierde». Sin lugar a duda, nadie es más bueno que quien acciona para el bien de sus semejantes.
Hasta pronto
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La autora es educadora, periodista, abogada y locutora residente en Santo Domingo, República Dominicana).