A Pleno Sol
Las relaciones entre Haití y la República Dominicana no pueden estar regidas por el capricho ni las acciones momentáneas. Se trata de un tema de soberanía nacional. La frontera tiene que ser respetada por los dos países.
Desde siempre los dominicanos han tenido inconvenientes con los haitianos en relación a la migración ilegal. Es una mano de obra barata, no calificada, pero que por su fuerza es propia para la industria de la construcción y la agroindustria. El obrero y el campesino local se han tornado más exigentes en los últimos años, y no quieren trabajar en condiciones sobre humanas, con salarios deprimidos.
La economía informal y las ayudas sociales de los gobiernos han llevado a miles de dominicanos a tratar de buscarse el pan diario por medios que no sea el trabajo sin horario, bajo condiciones primarias y donde el salario no da para el diario vivir.
Se propició la convertibilidad de una sociedad rural a una de barrios marginados y cordones de miseria, para que el nacional desechara trabajos ordinarios y de fuerza. Ese vacío fue aprovechado por el migrante haitiano, que encuentra aquí mejores condiciones de vida que en su país. Haití es una nación acorralada por la miseria más tormentosa.
En situaciones de países fronterizos, el que menos recursos económicos y desarrollo humano tiene, regularmente busca la salida hacia una nueva vida, en otras tierras. Tenemos que ser solidarios con el pueblo haitiano, pero siempre respetando la línea fronteriza, nuestra independencia y nuestra territorialidad.
No hay reglas de juego claras en las relaciones dominico haitianas y ello es una torpeza. Hay que fijar el protocolo de esas relaciones. El comercio de mercancías diversas entre Haití y la República Dominicana es millonario, pero con poca fiscalización. No se trata del desarrollo de mercados informales, sino de establecer control total de la franja divisoria y el pago de impuestos.
La mayoría de los comestibles que se venden en Haití son de producción dominicana. En una ocasión las industrias del salchichón y de los huevos cayeron en una crisis cuando los haitianos rehusaron adquirir esos comestibles.
El gobierno dominicano no puede tener manos temblorosas al fijar las reglas de juego con los haitianos. No solo es la intención de represar un río, sino el grave problema de la migración ilegal. La historia haitiana proclama que la isla es una e indivisible, y los migrantes sin papeles lo creen.
La guardia debe estar para vigilar cada metro de la frontera nacional; los que migraron sin papeles hay que sacarlos de inmediato del país. Los constructores y agroindustriales tienen que facilitar carnet de identificación, conjuntamente con Migración, a cada uno de sus obreros. El gobierno debe exhibir mano de hierro para tratar todo lo referente a las relaciones con Haití. ¡Ay!, se me acabó la tinta.
manuel25f@yahoo.com
(El autor es periodista residente en Santo Domingo, República Dominicana).
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