Cuentan que un restaurante-bar ubicado en la plaza Novo Centro impidió la entrada al joven Jorge Bell Santana, debido al color de su piel. Este trato grosero es inadmisible cual que sea la tonalidad de la epidermis. En el caso de Bell, hijo del beisbolista George Bell, se trata de piel oscura, la más propensa a la segregación.
La discriminación racial es inhumana y perversa, pero no propongo represalias contra el negocio que presuntamente incurrió en práctica tan deleznable. Prefiero que ese 90 por ciento que suman negros y mulatos no pase por ese bar y lo ayude con publicidad gratuita: todos a una, no vamos a ese sitio.
Si lo invitaran al restaurante disco bar HDP, niéguese aunque se trate del cumpleaños de un hermano o de su mejor amigo, niéguese aunque la mujer pretendida le sugiera que ahí se echará a sus brazos. Dejemos en paz a los dueños de ese bar, dejémosles su sitio a sus clientes preferidos.
Agradezco a los que publicaron la información a través de las redes sociales del pasado martes para no acercarme por el bar HDP o SOB (en inglés). Por igual, agradeceré que nadie me invite a ese sitio, y prometo similar trato. Una regla de oro en las relaciones sociales es no hacer al otro lo que no le gusta a uno.
La discriminación racial ha sido causa de intensas luchas sociales que han llegado hasta las conflagraciones armadas, justificadas en muchos casos. Pero será mejor que nadie atente contra esa propiedad. Más sano y sensato es no acercarse a ella. Quien valora a una persona por su color, niega la condición de tal.
Un comercio donde se clasifica a los clientes por el color de su piel, no merece ser visitado, ni siquiera mirado. Todos debemos andar lejos de un bar, restaurante o discoteca donde se pueda atentar contra nuestras salud espiritual y dignidad. La persona de piel oscura que pise el bar HDP (SOB) no se respeta.
Informes de prensa indican que a Jorge Bell Santana le dijeron a la puerta del aludido restaurante “estamos llenos”, pero éste acudía a una fiesta de cumpleaños que tenía espacio reservado para sus invitados. Según dijo, en su presencia permitieron la entrada de personas de otra apariencia física.
El dominicano es un pueblo de mulatos y negros y una porción menor de blancos. No necesitamos que venga nadie a establecer la nefasta segregación racial. Ninguna persona ni entidad tiene ese derecho. Si se tratara de un comercio, entonces es un acto estúpido y se repele con un lema: Que nadie vaya a ese lugar.
rafaelperaltar@gmail.com
(El autor es periodista y escritor residente en Santo Domingo, República Dominicana).
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