Uno cuando vive, busca una luz por todas partes.
Hurga callado en el silencio y medita la vida. Se levanta y descorre las cortinas. Mira al cielo en su infinito azul y gesta confundido.
No sabe, no entiende, pero continua hacia el horizonte donde sabe está el precipicio del que tendrá que lanzarse ya sin instintos salvadores.
Se sorprende de sí mismo, de su cuerpo, de sus manos y de todos sus adentros. Y vuelve a preguntarse ¿quién da sentido a esto?.
Mira aterrado su acera del frente que refleja sus mismos dilemas, sus propias virtudes, sus sueños eternos.
No hay una sola casa librada de espantos, ni de ilusiones o temporales oasis de paz y de tormentas.
Uno cuando vive mira las estrellas sorprendido y algo en él lo hace parte de ellas. No alcanza a vislumbrar al infinito universo.
Pronto se harán transparentes a sus ojos. Cuando coincida con la caída de una…volverá al misterio.
Un misterio que lo toca imponente a sus pies e inalcanzable a sus manos.
Un mar desafiante, un sol “cegante”, una lluvia dulce, una luna callada, una montaña arrogante…un horizonte escurridizo.
¿Qué hace uno cuando vive?. Se embarca, se embelesa, se ambiciona, se enamora, se suicida, se defiende, se apasiona…
Abriga tesoros que va soltando en el camino… cuando descubre otros, más ligeros, más livianos, más presentes.
El momento, la palabra, la briza, la mirada, la voz, el aliento. La acera, la amistad, el silencio, el destino…la soledad.
Uno vive en sus sentidos. Aquellos que doblan rodillas, aceleran corazones y emanan ríos de los ojos.
Se alegra, se goza, se marchita. Siente el dolor y el amor. Una fiesta de contrarios sentimientos que constantemente dan razón a la existencia. Aunque no se entienda ¿cuál razón?… y ¿para qué?.
Un amor que brota de la nada y hace esclavo de los otros. De hijos, de amantes, de descendencia.
El sentimiento de pertenecer ni siquiera se escoge.
No elige a su madre, su padre, su país, su religión…y sin embargo ama todo eso que pudo ser cualquier otra.
Uno cuando vive se hace parte de una tribu como acto civilizado de defensa…
A veces es capaz de saltar la cerca y romperla. Para dejar intacta la pradera y los desiertos y los valles.
Para hacerse río y palmera.
Uno cuando vive, se pasa la vida buscando un alma similar “tan perfecta” como la nuestra y ni siquiera en el espejo la encuentra.
Tres meses serán suficientes para ver caer Roma al revés.
Baila, se burla, se ufana y afana en perfumarse. En lucir bien. Se pasa como una marioneta dando saltos de un lugar a otro.
Saluda para llamar la atención…
Uno hace tantas cosas cuando vive que al final de la vida se recuerda de esta y entonces…quiere vivir.
Uno cuando vive muchas veces se olvida de vivir.
La vida no se trata del tiempo en que te mantuviste colgado como un equilibrista procurando no caerte, sino que tanto viste hacia los lados.
Al final del camino, seguro tendremos la misma pregunta con el opuesto en la última palabra.
Y cuando despertemos nos preguntemos ¿qué hace uno cuando muere?.
Gestara confundido. No sabe, no entiende, pero continúa hasta el horizonte donde lo aguarda otro precipicio y así por los abismos de los abismos. ¡Salud!. Mínimo Caminero.
massmaximo@hotmail.com
(El autor es artista plástico dominicano residente en West Palm Beach).
Comentarios sobre post