El sistema «propioceptivo», que llevamos insertado en nuestro cuerpo, no son más que «sensores» ubicados en el cuello, nalgas y articulaciones. Gracias a él podemos «precisar» donde sentarnos, poner los pies o cualquier otro movimiento que necesitemos hacer.
El sistema «vestibular» es el encargado de transmitir al cerebro la orden para que «el propioceptivo» se active. A través de «cilios» ubicados en el oído interno. Gracias a ellos podemos ser «equilibristas» y mantener «la estabilidad» por donde quiera que andemos.
El último de este trio de sistema «equilibrante» es el visual. El cual ubica el entorno, la distancia y en que hoyo estamos situados.
La gravedad, es una fuerza «invisible» pero palpable que atrae hacia sí a todos los objetos que estamos en la tierra, sin esta, flotaríamos todos y todo en el espacio infinito. Es por ello que solemos ver algunos «objetos locos», llamados asteroides, libres de ataduras gravitatorias y rondando «peligrosamente» nuestro «atador planeta».
La fuerza de gravedad que ejerce esta bola en la que nos encontramos hace que mantengamos «los pies en el suelo» y, en consecuencia, nuestro «sistema equilibrante» nos «reubica» así nos encontremos «cabezas abajo» en la bendita bola inventada, para algunos, por un Dios y para otros por una casualidad similar a ganarse la lotería…
Esta fuerza de gravedad, según los entendidos, la produce un objeto con masa y es capaz de atraer a otro. Es por esto que la tierra influye en la Luna y viceversa. Y el Sol, a la vez, en todos los planetas de nuestro sistema planetario.
Cada uno de nosotros poseemos esa masa magnética que atrae y nos atrae, hacia gravedades que «a veces» son toxicas y dañinas y otras agradables y armónicas.
Somos todo un universo individual navegando a la perfección entre galaxias infinitas de gente que se atraen y se rechazan. Vivimos chocando como meteoritos unos a otros absorbiéndonos o haciéndonos daño.
La fuerza de gravedad que ejercemos sobre los demás son capaces de «desbalancear» el sistema «equilibrante» ocasionando vértigos y mareos a diestra y siniestra.
Todo un caos que aparenta funcionar a la «perfección». Por do quiera miramos «hogares», parejas, ¡amistades que se rompen en una constante de debates y hazañas épicas! De circos romanos.
Nuestro cuerpo, objeto/masa, tiene la particularidad de moverse instintivamente sin necesidad de «razonar» o dar órdenes a cada uno de los movimientos que haremos, levantar el brazo, mover los dedos, pestañear, caminar…
Pero también poseemos el cerebro, de donde sale la «divinidad y la luz». Donde «planteamos» las situaciones y decisiones que tomaremos. Es como, una especie de Dios…
Es el que procesara en segundos al objeto que se nos acerque, al que atraigamos o el que nos atraiga. Caminamos por las calles esquivando a docenas de elementos que «el sistema equilibrante» «en automático» evita colisionar o colisiona a propósito, todo depende de «esas» otras manos invisibles del destino a las que no podremos huir por más libre albedrio que nos indilguen.
Aquí es donde se «mezclan» la conciencia y la certidumbre vestida de incertidumbre. Una mirada escrutadora y cómplice hace que «esos objetos» se atraigan y se fusionen incrementando la masa y el poder de atracción a su entorno.
La familia crecerá ocupando un espacio mayor en el universo lanzando nuevos planetas que surcarán las galaxias arrollando y acoplándose a otros que mantendrán la dinámica de vida tal y como experimentamos todos.
Al final nos preguntamos ¿qué buscamos? Y seguimos obteniendo una variedad de respuestas filosóficas que quedan apagadas en un susurrante silencio que no conduce a nada.
El mundo gira constantemente desde hace siglos según consta cuando comenzamos a contarnos nuestras tragedias, virtudes y dilemas. No hemos logrado «el equilibrio» ni «la gravedad posible» para navegar en una sola dirección.
El menjurje de imágenes, pensamientos y caminos continuará en un caos que parece dar respuesta a esa infinita pregunta ¿qué buscamos? Al parecer entre la gravedad de la tierra y el equilibrio del hombre hay un salto al vacío, es decir ¡nada!…no estoy tan seguro. ¡Salud!. Mínimo Caminero.
massmaximo@hotmail.com
(El autor es artista plástico dominicano residente en West Palm Beach).
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