A Pleno Sol
La política migratoria hacia Haití tiene que ser firme, sin estar ambientada en campañas publicitarias inmediatas. No puede haber una línea en contra de los ilegales, para satisfacer deseos aéreos de los «nacionalistas». Para ese segmento partidista el tema haitiano le significa tratar de conseguir votos, levantando un alegado fervor patrio que no se ve ni se siente.
Una vertical política de Estado, y que la cumplan todos los subalternos, es la principal alternativa para controlar la inmigración ilegal, y la llegada de delincuentes desde Haití. Un decreto es una buena manifestación, pero también en el terreno tiene que darse la voluntad de evitar la entrada al país de criminales y de muertos de hambre.
Los dos buscan aterrizar aquí siguiendo cartillas diferentes. Los criminales vienen con propósitos ocultos, sin saberse cuál es su agenda. Puede ir desde conspiración estando resguardados de este lado de la isla, hasta tratar de establecer lazos con delincuentes locales.
Pero la mayoría son los exiliados del hambre y de la desesperación. Vienen al país buscando alimentos, asistencia médica y hasta un barracón donde meter sus escasas pertenencias. Hasta hoy, la política que se ha tomado para atajar a la migración ilegal a sido débil, floja, inexistente.
El decreto que prohíbe la entrada de cuestionados personajes de la vida haitiana, y el muro fronterizo para evitar los migrantes pata por suelo, son dos manifestaciones de que el gobierno está interesado en tratar este problema, que de por si es muy complejo y con muchas presiones de las grandes potencias y organismos internacionales.
Es necesario impedir que políticos haitianos, que hacen llamados a golpe de Estado y revueltas en su país, ingresen a territorio nacional, al igual que los cabecillas y hombres de armas de las bandas de delincuentes. Los problemas políticos y sociales de Haití se tienen que solucionar de aquel lado de la isla, y para nada deben ni pueden tocar los intereses nacionales.
El caso de la frontera es más significativo. Es una migración ilegal impulsada por el hambre y la desesperación. Un muro no la podrá detener. Solo servirá para mantener en labores de vigilancia en esa zona a miles de soldados, y gastar millones de dólares en la mole de cemento y varillas.
La solución a la migración ilegal haitiana parte de varios puntos y la muralla fronteriza no es el principal, ni siquiera el más seguro. El control elemental para prevenir esa migración es controlar la facilidad del empleo y la asistencia sanitaria. Los haitianos tienen trabajo seguro en el país en la agroindustria, en la construcción y en la venta callejera de chucherías.
Hay que establecer un programa de protección nacional con los empresarios que dan trabajo a los ilegales haitianos, porque les pagan los que les viene en gana, no les facilitan seguro médico, ni ningún otro tipo de conquista social que reclaman los dominicanos. Los labriegos locales no buscan estos trabajaos, por las pésimas condiciones en que se labora.
Excelente acción del gobierno de impedir la entrada a políticos haitianos, a mercenarios y delincuentes, pero para enfrentar a la migración ilegal hay que poner a colaborar a los empresarios que emplean esa mano de obra barata, en condiciones de semi-esclavitud. ¡Ay!, se me acabó la tinta.
manuel25f@yahoo.com
(El autor es periodista residente en Santo Domingo, República Dominicana).
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