Por Bernarda Castillo
Conocí al presidente Leonel Fernández en el año 1998 cuando dirigía un centro de multiplicación in vitro de plantas de la Secretaría de Estado de Agricultura. Fue evidente el entusiasmo del presidente al ver como podíamos hacer más eficiente nuestro trabajo con el uso de la biotecnología aplicada en la agricultura y especialmente a la multiplicación masiva de plantas.
Fruto de este encuentro el presidente Fernández me envió en compañía del Dr. Beltre y Juan José Báez a Cuba para buscar y coordinar trabajos de cooperación e intercambio. De ahí nació lo que fue el Instituto Biotecnológico de la Plantas el 11 de agosto del 2000. Sin embargo, al haber un cambio de gobierno no se le dio seguimiento a este proyecto.
Es en el año 2004 que el presidente Leonel Fernández, siempre interesado en lo más avanzado en tecnología e innovación para el país, toma la iniciativa de enviarme a relanzar lo que se conocía como INDOTEC (Instituto Dominicano de Tecnología) para crear una institución que integra la Innovación, el apoyo a la Industria y la Biotecnología, consolidando sus cinco áreas: Biotecnología Médica, Biotecnología Farmacéutica, Biotecnología Industrial, Biotecnología aplicada al Medio Ambiente y Biotecnología Vegetal.
Así fue formado el Instituto de Innovación en Biotecnología e Industria (IIBI) mediante el decreto de 58-05 del 10 de Febrero del 2005 para cumplir con la misión de:
“Conducir investigación científica, transparencia e innovación tecnológica, así como ofrecer consultoría técnica, formación, capacitación en información en áreas relevantes para el desarrollo nacional, a fin de contribuir a mejorar el nivel de competitividad de la nación”
Esta visión siempre adelantada del presidente Fernández permitió que a través de ese instituto se pudiera fomentar, apoyar y desarrollar innovaciones, principalmente en el sector agroindustrial, para consumo nacional y exportación.
Se le brindó apoyo a emprendedores, cooperativas agrícolas y asociaciones de productores y de mujeres que ya habían iniciado el desarrollo de un producto y que terminaron con el acompañamiento de la institución para llevar sus productos al mercado nacional e internacional.
De lo antes dicho podemos citar algunos ejemplos, entre ellos:
- Desarrollo y puesta en el mercado de la Cocoa de chocolate dominicano “La Criollita”, logrando entrar al mercado de Rusia
- Desarrollo de concentrado de pulpa de frutas criollas, logrando entrar al mercado de Estados Unidos y Puerto Rico
- Desarrollo de seis productos derivados del Zapote, pudiendo ser presentados y aceptados en Canadá y en otros países. Siendo este un ejemplo de una empresa agroindustrial de la provincia Espaillat, Moca.
Cabe destacar los aportes ofrecidos del gobierno a través de las investigaciones realizadas gracias al FONDOCYT, fondo creado por el presidente Fernández para el desarrollo de investigaciones a través del Ministerio de Educación Superior Ciencia y Tecnología, donde algunos fueron destinados para agregar valor a varios productos agrícolas como es el caso de la harina de arroz, plátano y buen pan, entre otros.
De toda esa etapa lo más importante fue el obtener la Certificación y Acreditación al Instituto, lo que sirvió de base para que el país pueda competir internacionalmente.
Obtuvimos la Certificación ISO 9001-2005 por Germanischer Lloyd, una de las más prestigiosas firmas de acreditación y certificación de calidad del mundo.
Más adelante en el 2008, recibimos la acreditación de 41 ensayos de laboratorio por la firma internacional ECA-Costa Rica.
Entre ellos estaban ensayos en el área de química de alimentos, residuos de pesticidas, en el área de cárnicos, aguas residuales entre otras.
Esto nos permitió sentar las bases para que la producción nacional y las investigaciones pudieran estar avaladas por procedimientos de calidad alcanzando los niveles actuales internacionales.
Haberlo hecho cuando no se entendía la importancia de las acreditaciones y certificaciones de calidad de instituciones fue un reto.
Es esa visión la que necesita la República Dominicana de nuevo para continuar avanzando donde ameritan estos tiempos.
La autora fue directora del IIBI
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