Yo la verdad es que no sé ¿cuál fue el tiempo que perdimos? O para ilustrarlo mejor ¿en qué tiempo fue en el que vivimos? Muchas veces me cuestiono ¿si no habremos estado equivocados?.
Básicamente estoy hablando de los nacidos de los 70 para abajo. Yo soy generación 60, quizás la primera generación que tuvo que lidiar entre «meterse o no meterse» en ese mundo alucinante de las drogas.
Fuimos cuidadosos y hasta temerosos de juntarnos con aquellos jóvenes que «se daban un tabaquito de marihuana». Los veíamos como individuos detestables, antisociales, libertinos, holgazanes y vagos…
Quizás aquellos temores no nos permitieron ver que «muchos», de lo que en eso estaban, eran en verdad seres solitarios buscando una espiritualidad incomprendida en aquellos años.
Sigo pensando que el uso constante y abusivo de cualquier sustancia que genere distorsión en nuestra mente no es bueno. Sigo siendo temeroso de esos brebajes y afanes con el que el ser humano se empeña en desprenderse de la tierra…sin embargo…
En el estudio de arte que rente, hace ya cuatro años en la ciudad de West Palm Beach, Florida. He podido palpar una realidad que suele estar muy lejos de nuestros pellejos. Solemos verla en la televisión o los periódicos, nunca en persona.
La marihuana es parte del aire que me rodea. No he conocido todavía a una de las tantas personas que me haya visitado que se espante ante el olor que parece salir de las paredes.
¡Todos! Sin excepción, son usuarios de la bendita yerba que se ha ganado a todas las generaciones nacidas de los 80 hacia acá. Ahora el que no fuma es un «pariguayo» o, en este caso, un tipo que no está en na.
Lógicamente que me he tenido que dar mi tabaquito, solo para «entender» «hacia donde vamos» pero el asunto no termina ahí. Ya del tabaquito, tuve que darme un jalón de cocaína, para «poder» entender mejor la cosa, ¡pero ¡qué va!.
La marihuana me hizo reír como un insensato, claro, mentalice que mi mente se sensibilizaba y, no es que veía nada, pero, iba delante de lo que «iba» a pensar.
La cocaína me recordó aquella vez en que acababan de lanzar al mercado la hoy famosa bebida «red Bull». Solía tomarme una todas las noches y luego no entendía ¿por qué mi corazón se aceleraba sin permitirme dormir…?
Uno se siente enérgico y despierto, nada de alucinaciones ni visos de perder el control, solo un airecito a Superman que termina la mañana siguiente despertando en una cama de criptonita, con dolor de cabeza.
Pero ya en estos tiempos modernos, las corporaciones entraron en el juego, ¡claro! Como se iban a perder de ganar dinero ante un «negocio» que promete futuro.
El «adderall» es la pastillita «mágica» que las universidades norteamericanas «recomiendan» a sus estudiantes para que «se enfoquen» en sus estudios. Los vendedores ambulantes las venden como «el sustituto ideal de la cocaína».
También la probé y su efecto es «parecido» a dos Red Bull, más o menos. Pero como estos muchachos ¡son el Diablo! Ya me llevaron unos chocolates impregnados de «hongos» ¡prueba esto! Me dice sonriendo una coqueta morena. El efecto ni lo sentí, ella me recomendó que me «metiera la caja entera de bombones de un fuetazo» pero ¡qué va! Yo sigo siendo un pendejo en esos asuntos.
Otro me trajo «una golosina» que parece a lo que llamábamos «gomita» (gummy bears). Me dijo, esto es marihuana, pero es fuerte, tiene un efecto alucinógeno. Por ahí la tengo guardada junto a «unos papelitos verdes transparentes» que también me llevaron «en ofrenda».
Esos papelitos diminutos, son los más peligrosos a pesar de su incipiente aspecto. Me dijeron, esto es LSD o ácido lisérgico. La nota es de 12 a 24 horas y con ellas «veras» muchas cosas que «en estado normal» …no se ven…
El asunto pica y se extiende caballero. Nosotros, los antiguos, los que estamos a punto de abandonar este mundo nos iremos «con la certeza» de que lo que vimos era lo que era y lo que no, pues no.
Sin embargo, tengo la sospecha que cuando muera el ultimo de nosotros, ese mundo alucinante y fantástico al que los jóvenes dicen llegar cuando se dan su nota será algo tan natural como fumarse un cigarrillo o darse un trago de Whisky.
Al capone no tuvo que joder mucho para alcoholizar al mundo, el mundo lo deseaba. Hoy, las nuevas alternativas de montarse en una nave espacial y salir volando hacia el universo están desde la más lúgubre calle oscura hasta debajo de la almohada de nuestros hijos.
Ellos afirman que, si el mundo entero se diera una nota, el mundo dejaría de ser tan violento y si más espiritual. Están convencidos de «esas otras dimensiones» más sublimes y humanas que está en la que vivimos…algo de razón tendrán.
Todavía no he decidido ponerme el papelito verde en la lengua y pasarme las próximas 20 horas cucuteando en otras dimensiones. Todavía tengo los pies en la tierra, pero ganas no me faltan de salir volando por la primera ventana.
Ya les contare si llego a hacerlo, mientras tanto ¡salud! con tequila. Mínimo Caminero.
massmaximo@hotmail.com
(El autor es artista plástico dominicano residente en West Palm Beach).
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