Mi hermano querido, qué otra cosa podría yo hacer, ya que te has marchado, que no sea dedicarte mis palabras como un cariñoso gesto ante todos esos años de aprecio real que me brindaste.
Uno tiene, por ahí, muchos amigos de todo tipo, los que te quieren, los que comparten contigo momentos, los que te llaman o te buscan siempre, pero hay unos que son especiales, son esos que en los que tú sientes te guardan un verdadero aprecio y admiración. Tú eras uno de los pocos.
Uno de «esos» que no solo sientes que te quieren sinceramente, sino que también te buscan porque disfrutan de tu compañía, disfrutan de lo que eres, con todos los defectos que solemos tener. Los que nunca te juzgan y si te dicen todo lo hermoso, que también solemos tener.
Qué pena siento hermano, porque cada vez estoy más solo ante tantas ausencias recientes. No quiero imaginarme el camino que aún falta y como la soledad se va haciendo cada vez más ancha.
Yo que tanto conozco y hablo de la muerte y su eterna vida en el más allá, me reconozco egoísta, porque sé que ahora estás en nuestra verdadera casa y estás mejor y desapegado de toda esta mierda que llamamos «vida», y, sin embargo, me haces falta hermano.
Porque uno no se debe de ir tan joven, dejando el hueco de su presencia a quienes siempre le quisieron. Uno «debe aguantar» hasta lo último… Y, sin embargo, sé que lo hiciste y luchaste, pero no pudiste porque hay cosas que uno todavía no comprende…
Sé que vas a leer esto, porque fue lo último que me dijiste «no dejes de enviarme tus latidos… los leo siempre»… ¿Quién diría que estaría dedicado a tu muerte?…
Uno no sabe, Raymundo, de qué se trata todo esto, si lo supiéramos, seguro que dejaríamos de hacer lo que estamos haciendo y nos dedicaríamos a compartir más el tiempo con todas esas personas a las que extrañaremos si se nos van de repente.
Cambiaríamos todos esos años de afanes que perdemos intentando «alcanzar un bienestar» que, cuando lo tocamos, nos empujan hacia el fondo del abismo perdiendo todo el empeño logrado. Un chiste cruel más para reírnos de los tantos.
Si hermano, porque nunca nos faltó la risa en nuestros encuentros, ni siquiera cuando te operaron a corazón abierto, años atrás, y yo sentado junto a ti embalado en alambres y artilugios galácticos. Te hice reír tanto, que Xiomara, tu esposa, me pidió retirarme ante el inminente paro cardiaco que anunciaban los aparatos electrónicos.
Nos reíamos hasta de la muerte y mira, el último chiste que me hiciste. En verdad te moriste y no sé cómo podríamos reírnos de eso.
Tal vez, una de estas noches me vengas a visitar en mis sueños o tal vez me toque a mí visitarte, no sé, uno no sabe nada, pero sea como sea, será muy grato reencontrarme contigo y reírnos hasta de lo sabio que fuimos por no tomarnos la vida tan en serio.
De todas maneras hermano, mientras eso llega, sé que cuento contigo ahora que eres un ser de luz y que estarás presente en mis momentos donde necesite la intervención divina.
Te agradezco por quererme tanto y darme el privilegio de ser tu amigo. No te has ido, uno solo se va cuando nos olvidan y tú siempre estarás presente en mi memoria.
¡Un fuerte abrazo de eternidad!. Brindo a tu nombre ¡Salud! Raymundo Polanco.
massmaximo@hotmail.com
(El autor es artista plástico dominicano residente en West Palm Beach, EEUU).