A un año de cumplirse medio siglo del vil asesinato de Orlando Martínez hago entrega de esta reflexión que solo puede resultarle incómoda a los representantes y defensores de un sistema que le cerró el paso a la Revolución de abril del 65 y se ha apoyado hasta hoy en la contrarrevolución impuesta por las tropas yanquis y su omnipresente Comando Sur.
Orlando, periodista de alto calibre, pensamiento profundo y prosa poética, de convicciones marxistas ajenas a todo dogmatismo, militante del Partido Comunista Dominicano (PCD) –como casi todos los héroes y heroínas del país – han sido homenajeados/as a regañadientes por instancias oficiales y sistémicas, obviando su pensamiento y actuando en sentido inverso a su trayectoria.
Recordemos los contenidos de sus Microscopio: sus denuncias demoledoras del saqueo de las corporaciones transnacionales, de la depredación minera, del injusto y bárbaro sistema de tenencia de tierras, del despotismo y las represiones, del autoritarismo caudillista, la delincuencia de Estado, las falsas democracias y sus farsas electorales, de la explotación de los trabajadores de las ciudades y el campo, y del cruel destino de los excluido/as de esta tierra.
No olvidemos sus agudas críticas al sistema capitalista-imperialista y a sus guerras destructivas, Su intransigente defensa de la autodeterminación de los pueblos y antimperialismo solidario, su apoyo a las rebeldías populares, armadas y no armadas, civiles y militares: Vietnam, Chile, Haití, Cuba, Palestina, Fidel, el Che, Caamaño, Torrijos, Velazco Alvarado, Allende…
Igual abordó críticamente la burocratización antidemocrática en los procesos de orientación socialista de Europa del Este, sin negar sus logros sociales y sus aportes a las luchas liberadoras de los pueblos.
“Nada humano le fue ajeno”: ni la moral en la política: no tuvo corruptos preferidos, ni la lucha de las mujeres por su emancipación, ni las rebeldías de la negritud oprimida, ni la buena poesía, ni las luchas barriales y estudiantiles; ni los Beatles, Serrat, Víctor Manuel, Ana Belén, Silvio Rodríguez; ni el merengue, la bachata, el amor, la familia, las penas y las alegrías de los seres humanos.
La esencia de casi todo esto, brilla por la ausencia en el pensamiento y las acciones de gran parte del sistema de partidos, funcionarios, intelectuales, medios y comunicadores del país. Llevan flores y hacen reconocimientos a los próceres, heroínas y mártires, al tiempo que pisotean sus ideas y trayectorias.
En resumen: el fraude es un sistema plagado de hipocresías y simulaciones, con destacado protagonismo de sectores que renegaron del pasado heroico y se sumaron al desastre impuesto por EEUU y sus voraces socios criollos.
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(El autor es dirigente político residente en Santo Domingo, República Dominicana).