La chopa es un pez que suele habitar en el Océano Atlántico, desde el golfo de México hasta el mediterráneo. En la República Dominicana se usa esta denominación distorsionada del anglicanismo «shopper» el cual fue introducido en el 1916 a raíz de una de las invasiones norteamericanas.
Se dice que los marinos solían pedirles a los criollos que fueran de «shopping» a comprarle algún mercado. De shopping, es decir, de compra. Así, los que les hacían estos mandados fueron considerados como «sirvientes» o servidores de estos invasores.
Como el dominicano le busca la sátira a todo, distorsionó la fonética y la «adapto», despectivamente, a su vocabulario de cosas soeces. Comenzaron a burlarse de los dominicanos que les hacían «favores» a los gringos y les llamaron «chopos» o «chopas» según el sexo utilizado.
Con el tiempo, la palabra se quedó en el argot criollo y pasó a pronunciarse a toda persona que ofreciera su servicio de «mandado». Las personas de pocos recursos que se contrataban para cocinar, lavar la ropa, limpiar la casa y hacer los mandados. Fueron, arbitrariamente, llamados «chopos». Como la mayoría eran de género femenino, se impuso «la chopa» dejándose el apelativo chopo solo para momentos de ira o enojo ante cualquier contertulio.
Los jóvenes de familia que solían acostarse con las muchachas del servicio serían llamados «choperos». Es por eso que «chopos» somos todos y el que no lo sea, habría que buscarle de donde cojea…
Cuando adquirí consciencia social, me encontré el término ofensivo y no recuerdo haberlo utilizado. Creo que, a día de hoy, esa palabra está obsoleta, llamándose a las empleadas como «empleadas del servicio» lo cual humaniza mejor el asunto. Si sale la choperia cuando uno, o alguien, tiende a realizar actos vulgares o fuera de lugar.
Y es que, erróneamente, se consideraban a los empleados de servicio como individuos de muy poca o nula educación en cuanto a modales y términos académicos. Venían de pueblos muy lejanos y dados al olvido en donde la vida discurría entre chivos, vacas y cerdos y el amor, muchas veces se ganaba a punta del «colín» o machete… Colin, otra herencia de marca gringa…»Collins».
El olor de las empleadas «domésticas» era natural y ajeno a perfúmenes o esencias caras. Los pocos recursos, añadidos a la indiferencia de los patrones, solo alcanzaban para comprar un jabón de cuaba, hecho a partir de la resina de arbustos llamados «cuaba» de madera amarilla y dura.
Como desodorante el llamado «deporte» el cual venía en una cápsula minúscula de metal y dejaba entre ver en las axilas su crema blanca. Como perfume «agua de florida» que sigue fabricándose en una botellita delgada y está compuesto de bergamota, clavo, canela y hasta flor de naranja…
El tiempo ha dado su lugar a las cosas, y gracias al progreso que poco a poco ha ido escalando en nuestro país, podemos afirmar que «esos menjurjes» mencionados, solo son utilizados en labores industriales o uno que otro asuntito de brujería…
El «progreso» ha mermado esos olores de antaño y hasta «la musiquita aquella» que salía desde el fondo de la casa, donde solían dormir las servidoras, algo apagada por la miniatura de una radio que gritaba ¡Bachata! Seguida por una roída voz que anunciaba «radio guarachita», se salió del puro pueblo a conquistar al mundo.
Gracias a mis «escapaditas» a los bateyes y a que «eso de las clases sociales» nunca fue un impedimento para mí, no pasé vergüenza cuando me fui al extranjero y la bachata comenzó a sonar en todos los rincones del planeta. Ya venía bañado de pueblo y de jabón de cuaba.
Escuchar, hoy en día, a individuos menospreciar a cualquier ser humano, sea de donde sea, es retraerse a ese pasado injusto en donde «las castas», como dice Milei, despreciaban a las personas por sus condiciones sociales.
Escuchar al cónsul dominicano de California, Alfonso Rodríguez, clamar que «él no va a mezclarse con viejas babosas y niños con mocos» porque «él no hace eso», es «la choperia» más grande que he escuchado en los últimos años. Tiene el derecho de expresarlo y de hacerlo, pero siendo él un representante del Estado dominicano no debiera ostentar más ese privilegio.
Que somos «jodedores» y «sátiros» eso ya lo dije más arriba, pero esos «relajos» no deben ser aceptados en «todas partes». Que lo diga entre amigos, sucede diariamente, pero no públicamente y guardando esa posición que ocupa.
Que de vez en cuando se le zafa a uno lo de «la chopa» y «requila» al momento es verdad. Las malas mañas brotan de repente. Pero esos tiempos los estamos enterrando y en nada colaboran con ello estas «infantiles» declaraciones del cineasta Rodríguez y menos «haciéndose el gracioso».
Si ya pidió disculpas es lo menos que le corresponde. Nuestro pueblo es un pueblo de gente noble y humilde. No se merece ser «clasificado» y menospreciado por «aquellos» que se creen superiores. Con suerte el señor Rodríguez llegará a la vejez y los mocos podrían ser un asunto diario con el cual «otros» tendrán que lidiar para guardar su dignidad.
El olor a chopa, hace tiempo que quedó en el olvido, y aunque algunos lo extrañemos con nostalgia y ciertos deseos escondidos, todavía venden jabón de cuaba y esa crema «desodorifera» con su agüita floridana para que uno en la intimidad de su cuarto haga y diga lo que quiera acompañado de una radio de pilas al son de una bachatica. ¡Salud!. Máximo Chopero
massmaximo@hotmail.com
(El autor es artista plástico dominicano residente en West Palm Beach, EEUU).
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