Hay que «bombardear» con semillas fértiles desde drones y avionetas a las devastadas montañas del Sur
Por Emiliano Reyes Espejo
«Yo salvé el río Morón», habría dicho el científico venezolano en una franca conversación con el presidente Luis Abinader. El mandatario dominicano, sin ambages, respondería: -«Y yo las escarpadas montañas de Quisqueya».
La ficticia conversación surgiría ante la visible, despiadada y preocupante disminución lenta, pero progresiva de la superficie cubierta de bosque en el territorio nacional. Frente a la apremiante situación el Gobierno debe bombardear con semillas fértiles la Sierra de Bahoruco, devastada por la depredación humana. Podría ser este uno de los métodos a utilizar para reforestar a corto, mediano y largo plazo en esa y otras regiones del país.
Para nadie es un secreto que esta horda depredadora avanza de manera silenciosa desde el vecino Haití –donde prácticamente se agotaron los bosques-. La destrucción de la masa boscosa nuestra, aunque parezca mentira, se realiza con la complicidad criminal de «malos e ignorantes dominicanos».
La idea de «atacar» las montañas con semillas fértiles no es nueva. Se realizó con éxitos en Venezuela donde un calificado ambientalista salvó el río Morón usando ese y otros medios que dieron un resultado tan, pero tan positivo, que el gobierno de esa nación condecoró a ese ciudadano con uno de los máximos galardones que otorga la Patria de Simón Bolívar.
«Yo salvé el río Morón», titulaba éste la conferencia que nos dictó a un grupo de periodistas venezolanos y extranjeros que realizamos un curso sobre ciencia, tecnología y manejo ambiental en el Instituto de Estudios Avanzados (IDEA) de Sartenejas, Miranda, Caracas, con el patrocinio de Petróleos de Venezuela (PDVSA).
Con haber salvado el río Morón, un emblemático cauce de agua que atraviesa el municipio del mismo nombre, este ambientalista evitó la desaparición de un complejo petroquímico que, con inversiones millonarias, se había instalado río abajo y usaba estas aguas para su operación.
El ambientalista venezolano usó a los propios habitantes de las montañas para plantar semillas, les creó conciencia de la necesidad de preservar los bosques para su beneficio. También utilizó animales, básicamente vacas, caballos y burros, etc. para que consumieran semillas y las defecaran en plena montaña; usó chichiguas o papalotes que ponía a sobrevolar las partes más altas con bolsitas de semillas que se rompían y las simientes caían en tierras peladas.
Se valió este especialista amante de la naturaleza de recursos inverosímiles, apoyándose incluso en animales silvestres y aves, así como suena; se les daban a comer semillas que defecaban o depositaban como heces en las partes más altas de las lomas, en las áreas inaccesibles, dando lugar al nacimiento de plantas robustas de verdes follajes y hermosas flores.
Si aquella vez se usaron las chichiguas, en esta ocasión tenemos la opción de los drones, es decir, algo más fácil y moderno.
La loable práctica se cimentó en el criterio lógico, de que fueran los habitantes de estas montañas, los animales y las aves los que se esfuercen en recuperar su hábitat, logrando así un ambiente ideal para su propia supervivencia. De esa manera contribuyen también a salvar una inversión millonaria realizada en una petroquímica que es hoy una importante integrante del circuito energético-empresarial que lidera, obviamente, PDVSA.
Al cabo de cierto tiempo el bosque resurgió con vigor y las montañas retomaron su verde esplendor, el caudal del río resurgió y la petroquímica retomó su producción normal, eliminando todo temor de cierre definitivo.
El gobierno del presidente Luis Abinader que ha dado muestra real de su preocupación por el problema ambiental del país, tiene que sopesar todas las posibilidades que se presenten, incluyendo bombardear desde helicópteros, las avionetas y drones semillas fertilizadas que produzcan el milagro de plantarse y germinar en el bosque.
Y será mañana, cuando las montañas reverdezcan, que el mandatario podrá proclamar: «Yo salvé las montañas de Quisqueya» y, en consecuencia, recibiría los máximos honores patrios.
(El autor es periodista residente en Santo Domingo, República Dominicana).
ere.prensa@gmail.com
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