Los incidentes con las personas que se dedican a limpiar los cristales de los automóviles en las principales calles y avenidas de República Dominicana parecen ser problema de nunca acabar. Las acciones violentas y amenazantes de parte de estos individuos son frecuentes. Los desacuerdos de los conductores con ellos han provocado rotura de cristales, rayaduras de vehículos, agresiones con piedra, y hasta muertes.
En ocasiones, he pasado por esa situación cuando espero a que cambie de la luz de un semáforo. Por ahora, he tenido la suerte de que no me han roto cristales. La única eventualidad confrontada con esos sujetos ha sido una cadena de insultos contra mi persona, golpeos fuertes con los puños sobre el bonete del carro y un rayón en la parte lateral de los guarda lodos. Son circunstancias que dan ganas de dispararles.
Una vez, en la avenida Charles de Gaulle con autopista Coronel Fernández Domínguez uno de esos carajos me arrojó encima del cristal delantero una esponja con agua de jabón justo cuando el semáforo daba la luz verde. Lo hizo luego de negarme a que limpiara los cristales, que por cierto ya en mi casa lo había aseado minutos antes de salir de mi casa.
Es un episodio más de esta tormentosa realidad, lo que le ocurrió a una joven que resultó herida en la cabeza en la calle Olof Palme, esquina Núñez de Cáceres del Distrito Nacional, luego de que un limpia-vidrios le lanzara una piedra al cristal de su vehículo porque esta no tenía monedas para pagarle por un servicio no requerido. A diario suceden esas cosas, aunque mucha gente no lo denuncia.
Pienso que seguirán sucediendo esas agresiones hasta que alguna autoridad decida enfrentar esa epidemia social dejando a un lado los costos políticos. Hay que sacarlos de las calles, independientemente de que surjan alegatos de que son acciones violatorias a los derechos humanos o que los políticos demagogos irresponsables y oportunistas aleguen, por razones electorales, que el desempleo los lleva a ganarse la vida con ese trabajo.
Son provocaciones que han generado algunas muertes. En el 2013, un hombre mató a balazos al joven Miguel Méndez Figueroa, que se dedicaba a limpiar vidrios a los vehículos en la avenida 27 de Febrero de Santo Domingo, al rebelarse y asumir una postura agresiva luego que el conductor se negara a que le hicieran el servicio.
Para julio de 2018, otro limpia-vidrios resultó muerto durante un operativo realizado por la Policía Municipal del Distrito Nacional, que buscaba la salida del mismo en la avenida Los Próceres, esquina John F. Kennedy, en esta capital. Durante el operativo, uno de los policías municipales tomó un arma al militar asignado a la unidad, la manipuló y disparó contra él.
Tras varios casos de esas agresiones, en julio del 2017, la Alcaldía del Distrito Nacional, emitió la resolución 17-2017 en la cual prohibió que los llamados “limpia-vidrios” puedan operar en los semáforos de calles y avenidas de la ciudad, al tiempo que les ofreció integrarse en labores de aseo urbano que realiza el cabildo. Cinco años después esta resolución no se cumple y se atribuye a la falta de coordinación entre las entidades vinculadas.
En su artículo primero, la resolución establece: “Instruir como al efecto instruye, a la Dirección de Defensoría de Espacios Públicos, a la Policía Municipal y a la Policía Nacional a retirar de nuestras calles y avenidas a todas las personas cuyo oficio es de limpiar vidrios”. En su segundo párrafo se instruyó, en esa ocasión, a contratar al menos 30 de las 50 personas censadas en las calles y avenidas en la Dirección de Servicio Público y Aseo Urbano, sin embargo, con el pasar del tiempo se descontinuó esa práctica.
En septiembre del 2019, una mujer denunció que un “limpia-vidrios” le rompió el cristal delantero con una piedra al vehículo de su hermana porque alegadamente no quiso que le limpiara su auto, en un hecho ocurrido en la Avenida 27 de Febrero del Distrito Nacional.
En abril de 2015 también se vivió un escenario de guerra, luego de la medida tomada por la Dirección General de Seguridad de Tránsito y Transporte Terrestre (Digesett), en ese entonces Autoridad Metropolitana del Transporte (Amet). Los limpia-cristales se rebelaron en contra de los agentes y pusieron su posición clara, de no retirarse de las calles y avenidas de la ciudad.
Como se puede apreciar, son numerosos los incidentes generados por esos individuos. ¿Cuál es la razón de dejarlos neceando en las calles, si existe un reglamento que les prohíbe realizar esas jornadas?
Por cierto, el Listín Diario, en el editorial de su edición del 4 de enero de 2023, hace una descripción muy acertada sobre esa situación, en los siguientes términos: “Los llamados limpiavidrios se han convertido en una plaga de garrapatas encima de los conductores de vehículos en las grandes avenidas de la capital. Aparte de ser necios y agresivos, los individuos que se dedican a eso, chantajean a los conductores si estos no aceptan que les embadurnen sus cristales delanteros con trapos sucios. Han llegado, en muchos casos, a romper cristales o abollar vehículos de conductores que, sin poder impedir que les chamuscaran los cristales, se marchaban sin dejarles algunas monedas de pago”.
Pese a que estoy seguro de que surgirían muchos comentarios oponiéndose a que los tilden de “plaga de garrapatas”, la verdad es que estamos lidiando con basuras sociales (perdonen el término) que están poniendo en riesgo las vidas de los conductores.
La indiferencia de las autoridades ante este fenómeno podría desatar muertes en cadena de esas personas situadas en las calles y avenidas. La gente se cansa de la desprotección y tiende a buscar justicia de una forma violenta. Llegará el momento en que alguien perderá la paciencia y comenzará a atacar a limpia-cristales (ojalá no ocurra). Todavía tenemos tiempo de evitar esas tragedias.
mvolquez@gmail.com
(El autor es periodista residente en Santo Domingo, República Dominicana).
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