¡Claro que sí!. Pero son tan pocos que es un asunto parecido a «sacarse la lotería». Por lo regular, la mayoría de las mujeres dicen: ¡pues yo me saqué la lotería!…
El asunto es más profundo que eso, quizás e inclusive, se trate de un «modo genético» retroalimentado del animal de antaño que fuimos…y que seguimos siendo los hombres y mujeres.
La pasión inicial, esa que se activa de repente y nos pone como «perros en celo» no puede durar demasiado porque es muy intensa. Nos mataría de un ataque cardiaco.
Sostener esa intensidad que experimentamos en el principio del «enamoramiento» sería lo ideal para todos, pero lamentablemente…no es así.
Una cantidad de factores internos y externos, van mermando el tren de la euforia aplacándolo hasta convertirlo en un «trencito más» que suele pasar sin hacer ruido.
Existe de todo y me consta que también hay pasiones que se van encendiendo con el tiempo y se ponen, inclusive, más ardiente que aquellos «calientes» principios.
Sin embargo y lamentablemente, la realidad es que la mayoría va perdiendo velocidad y arranque. El dejar de «imaginar» ante lo ya conocido nos sienta ante un teatro en donde somos «obligados» a ver la misma película cientos de veces.
Nadie está obligado a mantener una relación que no prenda ni un cerillo. No estamos obligados a «conformarnos» a «acostarnos» como robots o zombis.
El egoísmo es quizás la principal causa que induce a los hombres a mantenerse en una relación que no están disfrutando, ni siquiera con un buen dialogo.
Se desatan por ahí, y descargan toda su euforia como animales, bueno, ya aclaré que lo somos, con las llamadas «alternativas» o «novias secretas» o precariamente conocidas como «amantes».
Lo interesante del asunto es que la mayoría de las mujeres desconoce el bien que una amante les está haciendo. Cuando los hombres son atendidos en camas ajenas, llegan a su casa amorosos y con una carga de remordimiento que los induce a intentar pagar su pena con algún gesto de «cariño»…
Antes de continuar, aclaro que el asunto no es exclusivo de los hombres. Las mujeres, además de tener los mismos deseos, actúan de la misma forma ya descrita de los amigos cuerneros.
Nuestra cultura machista, quiere menospreciar a estas y ensalzar a los otros. Es decir, si lo hace un hombre es un macho, si es la mujer una puta.
La mayoría de los hombres somos unos putos empedernidos. Metemos cuernos como si tomáramos agua y encima nos vanagloriamos de nuestras «hazañas»…
Las mujeres suelen ser más discretas.
Estamos formados de lo mismo, unos más frágil que otros, pero de la misma esencia mental y pasional. Los mismos deseos y ganas, la misma rabia y vergüenza.
Ya aclarado que, eso de la infidelidad es un mano a mano y que, «todos», podemos caer en sus principios calientes, debo decir, por si no lo saben, que también, «esas» escapadas secretas suelen apagarse con el tiempo.
Suelen caer en las mismas zonas frías donde, el animal, insatisfecho del hombre, sale a cazar a otro lado en donde «vuelva» a sentir esa llama viciosa que no le abandona como un vía crucis agridulce.
Yo me retiré de la cuerneria hace tiempo porque entendí que eso de la pasión era un asunto infinito y finito. Un juego que siempre empieza y siempre acaba, como todo.
A veces termina bien y otras mal, pero, sobre todo, que esos gustitos no justifican los sustos y enojos «de gratis» que uno se busca por «satisfacer» al animal que lleva dentro.
Por ahí sigo viendo a mis amigos casados y sesentones brincando cercas, escribiendo cartas de amor, sufriendo por las novias, bailándolas en salones oscuros como si fueran adolescentes y me da cierta «cosquillita» a la vez que confirmo que, «hice bien en retirarme» y de que «no existen hombres fieles». ¡Salud!. Mínimo Caminero.
massmaximo@hotmail.com
(El autor es artista plástico dominicano residente en West Palm Beach).
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