Confiar plenamente en el trabajo de la Organización de los Estados Americanos (OEA) en la búsqueda de la verdad sobre las causas del desastre electoral del pasado 16 de febrero sería como entregar el destino de la oposición en manos de un hombre como Luis Almagro, tan desacreditado que hasta su propio partido en Uruguay le expulsó por indeseable.
Pero además, Almagro anda muy afanado buscando votos para su continuidad en la Secretaría General del organismo hemisférico, cuya elección está fijada para el 20 de este mes, y sabemos que en ese trajín es capaz de inventarse cualquier cosa favorable al Gobierno con tal de que el presidente Danilo Medina le apoye.
El señor Almagro ha probado ser experto en manipulaciones y en el acomodo de situaciones convenientes a su causa, y si tiene que influir en los técnicos de la OEA—en definitiva son empleados a sus órdenes—para que doren píldoras y extiendan un certificado de nada pasó, de seguro lo haría para quedar bien, no tanto con la Junta Central Electoral (JCE) sino con el Gobierno.
Poner todos los huevos en la canasta de Almagro puede implicar un gravísimo riesgo para la oposición, sobre todo cuando la dirigencia del Partido de la Liberación Dominicana (PLD) se ha mostrado tan diligente en la búsqueda en la oposición de los culpables del descalabro del sistema de voto automatizado, cuando los principales sospechosos son ellos.
Es decir, la cortina de humo del PLD puede encontrar en un posible informe favorable de la OEA la excusa perfecta para apuntalar su peregrina acusación de que la oposición hizo colapsar el voto automatizado, sabiéndose de sobra que el Gobierno es el único en capacidad real de contaminar cualquier sistema, puesto que dispone de todos los servicios de inteligencia y de los mecanismos de control que pueden actuar, o bien para detener un posible ataque cibernético o bien para perpetrarlo.
El señor Almagro ha venido jugando un papel beligerante ya sea para apuntalar situaciones convenientes a los intereses que él representa como para dañar todo proceso que vaya en contra de esos intereses y del nuevo pensamiento del actual secretario de la OEA.
En su desesperada búsqueda de votos es capaz de venderle su alma al diablo, ya que ahora mismo no cuenta ni siquiera con el apoyo unánime del invento llamado «Grupo de Lima», mecanismo de presión creado para hostilizar a Venezuela, y tiene en contra de manera resuelta a los países caribeños del CARICOM, los cuales, a pesar su reducido tamaño, tienen el mismo peso que Estados Unidos, Brasil o Canadá. De modo que esta advertencia no debería de caer en saco roto.
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