Redacción (RT.com).- Adiós a los uniformes militares, al toque de corneta, a formar fila al entrar en clase o a izar la bandera nacional de Brasil. El Gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva ha dado carpetazo a uno de los proyectos estrella de su antecesor Jair Bolsonaro: las escuelas cívico-militares.
Bolsonaro, un excapitán del Ejército y un abierto nostálgico de la dictadura militar (1964-1985), implementó este tipo de colegios públicos para hacer frente a la «falta de disciplina» y al «fuerte adoctrinamiento ideológico» de la izquierda.
El Programa Nacional de Escuelas Cívico-Militares (Pecim) –ejecutado entre el Ministerio de Educación y de Defensa– nació en 2019 también con el supuesto objetivo de disminuir la deserción escolar e inhibir los casos de violencia a partir de la disciplina militar.
Se estableció un modelo compartido, en el que los educadores civiles se hacen cargo de la parte pedagógica, mientras que la gestión administrativa, el comportamiento y la disciplina de los alumnos la dirigen los militares.
El modelo es diferente al de las 14 escuelas militares que existen en el país, en las que las Fuerzas Armadas controlan todos los ámbitos.
Hasta 2022, al menos 200 escuelas a nivel nacional habían adoptado este modelo, sobre todo en estados como Minas Gerais, Rio Grande do Sul y Santa Catarina, estos dos últimos de mayoría bolsonarista.
Brasil tiene 178.300 escuelas públicas, por lo que el total de colegios cívico-militares solo representa un 0,1 %. Sin embargo, el presupuesto destinado fue casi el doble que el consagrado al nuevo bachillerato implementado en Brasil: 64.000 millones de reales (casi 14.000 millones de dólares) frente a 33.000 millones de reales (cerca de 7.000 millones de dólares).
Un «desvío de finalidad»
El Ministerio de Educación detalló que se pondrá fin al programa de manera progresiva para no afectar a la educación de los alumnos y que el personal militar será desmovilizado paulatinamente.
Entre las razones esgrimidas por el Gobierno para su eliminación figuran que no está comprobada la eficacia pedagógica del programa, que además representa un «desvío de finalidad de las actividades de las Fuerzas Armadas». Asimismo, el Ejecutivo cuestiona la cantidad de recursos destinados y la falta de cohesión entre «el sistema educativo brasileño y el modelo didáctico-pedagógico adoptado» por las escuelas cívico-militares.
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