A Pleno Sol
Con el paso del tiempo, el recuerdo del 24 de abril del 1965 se va perdiendo. Hay una remembranza protocolar de los que fueron actores directos de la revolución, pero el acontecimiento no se conecta con las nuevas generaciones.
Es una de las consecuencias de que la revolución y la Guerra Patria nunca han sido analizadas con el suficiente rigor histórico, no se ha renovado la capacidad de lucha, e insuflar a esta generación que es vital el respeto institucional.
La revolución de abril fue producto de su coyuntura, de un momento determinado. Cada proceso social tiene sus propias variantes, sus alternativas, sus éxitos y sus fracasos. El golpe de Estado a Juan Bosch inició la conspiración en los cuarteles, que terminó con el pueblo en armas tirado a las calles.
No se puede ser tan simplista de considerar que nadie puede atentar en la República Dominicana contra las instituciones y el orden establecido. Son las circunstancias que dictan esas violaciones y las necesarias respuestas. Abril fue un estallido popular contra el cercenamiento de la democracia.
En más de medio siglo las instituciones dominicanas no se han podido fortalecer. Siguen siendo piezas sustituibles y movidas al capricho de los gobernantes de turno. La institucionalidad sigue siendo un sueño profundo, que en ocasiones se torna en pesadilla.
La Constitución por la que murieron miles de dominicanos en el 65 fue olvidada en el confinamiento de Ciudad Nueva. El doctor Joaquín Balaguer hizo su Constitución, y después la aplicó a su gusto y le vituperó al considerar que no pasaba de ser un simple pedazo de papel.
En un pasado muy reciente vimos cómo se intentó burlar a la Constitución para lograr una repostulación que era imposible. Tuvo que tronar la voz de los norteamericanos para que se hiciera entrar en razón a los que deseaban seguir en el poder.
Los norteamericanos intervinieron nuestro país en el 1965 para evitar que floreciera la democracia. Su política injerencista fue la responsable de que se estancara el proceso de lucha democrática, que las libertades perecieran y que las elecciones fueran una farsa.
Abril y su secuela de heroísmo y de tumbas sin nombres sentó las bases de que el pueblo siempre está vigilante, y que cuando lo considera oportuno está dispuesto a tomar las calles en defensa de su libertad. El sacrificio valió la pena.
Lo ideal es que se comience a vivir en un estado de derecho, donde se respete la Constitución, el derecho a la vida, el libre intercambio de las ideas, el reparto justo de las riquezas aunque haya opresores y oprimidos. Como dijo Don Benito: La paz, es el respeto al derecho ajeno. ¡Ay!, se me acabó la tinta.
manuel25f@yahoo.com
(El autor es periodista residente en Santo Domingo, República Dominicana).
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