A Pleno Sol
La Semana Santa abre un buen período para la meditación. Desde los templos, los religiosos deben abordar los problemas dominicanos, y el hombre de la calle, en largos días de descanso, pasar revista a todo lo que está a su alrededor.
En los últimos dos años la Semana Santa ha sido casi a puertas cerradas, por estar la pandemia en su máximo avance. Ahora que ha bajado su incidencia, y no hay medidas obligatorias, ni siquiera con la vacunación y el uso de mascarillas, cientos de miles van a viajar a playas, montañas, ríos y otros pueblos.
Se tiene que rescatar la Semana Santa como días para la reflexión y no para el ron. Le toca al liderazgo político cumplir su papel de orientador, y sobre todo, a los religiosos, sean curas o pastores.
La gran influencia que tiene la religión en el país, sean católicos o cristianos evangélicos, prácticamente les obliga a que orienten a la población sobre males que lastran nuestro desarrollo y el vivir en paz.
Se necesitan sermones que planteen soluciones al alto costo de la vida, a bajar los índices de violencia y criminalidad, a que no comience a destiempo la campaña política, a que se produzca un gran diálogo nacional, que tanto los empresarios como el gobierno deben comprender que se necesita más seguridad social y hospitalaria, ambientada en una línea de creación masiva de empleos.
En el papel son temas urticantes, pero difíciles de solucionar. Ningún gobierno en solitario le puede encontrar soluciones a las causas que generan el mantenimiento de la exclusión social y el subdesarrollo. Semana Santa es buena etapa para predicar el surgimiento del diálogo.
Los estremecimientos del mundo globalizado, que van desde la pandemia, la guerra armada entre Rusia y Ucrania, y el enfrentamiento económico entre Rusia, Estados Unidos, China y Europa, presenta una profundización en la crisis interna de los países en desarrollo.
El pequeño mundo dominicano es sacudido hoy por los efectos colaterales y lejanos de la guerra entre Ucrania y Rusia. El universo está globalizado, las grandes potencias libran sus guerras, y las naciones pequeñas conocen de los sacrificios.
Parte de la crisis económica se multiplica con la guerra, pero también se deben citar los inconvenientes generados por el Covid-19. No se puede dejar a un lado a los malos gobiernos, la corrupción, los manejos turbios, la falta de metas en pasadas administraciones públicas y las trabas del subdesarrollo.
Hay que levantar la bandera de la concertación y del diálogo. El país necesita dar un salto adelante, y ello se torna difícil con soluciones individuales. Es hora de dejar egoísmos aparte y unir hombros por el desarrollo nacional. Que los que tienen se sacrifiquen, menos el gran pueblo que conoce los estragos de la miseria. ¡Ay!, se me acabó la tinta.
manuel25f@yahoo.com
(El autor es periodista residente en Santo Domingo, República Dominicana).
Comentarios sobre post