Como es bien conocido, las corrientes de análisis social a la violencia, entre ellas la estructural, hacen mención a las organizaciones sociales, políticas y económicas que promueven desigualdades entre la población. Siendo estas, mecanismos de exclusión y rebrote de focos de otros tipos de violencia.
Podemos advertir claros ejemplos en las estructuras de insatisfacción o negación de necesidades conque vive la gente. En la falta de garantía a derechos humanos y fundamentales, como la libertad, el bienestar y la identidad. Esa carencia de protección, se evidencia también, en represión, explotación marginación, alienación, hambre, anomia, impunidad, permisividad, miseria, hacinamiento y desigualdad. A decir del profesor Valerio García Reyes, reconocido experto en temas de defensa y su vinculación con la sociedad.
En ese sentido, es preciso afirmar que la violencia como problemática cultural «se evidencia a través del comportamiento y se refiere a actitudes legitimadas a través de medios de comunicación, educación, ciencia, filosofía, ideologías, derecho, arte, religión, expresado en patrones como el patriarquismo, racismo, sexismo, creencias que generan indolencia, ignorancia, descontento, incumplimiento de las normas».
Con toda seguridad, «la violencia cultural y estructural reproduce actores violentos que se rebelan y desarrollan sistemas adversos al progreso de las comunidades y las naciones». Esta concepción nos hace también fijar nuestra mirada en el Estado que ocupa la parte occidental de la isla La Española: Haití, en su lastimosa situación actual, en la que, la República Dominicana, aún siendo el principal país destino de sus inmigrantes, continúa siendo el Estado del mundo más solidario y colaborador ante cada catástrofe sufrida por esa nación. Sensible ante su dolor y la inseguridad que vive la población haitiana en los distintos ámbitos.
Pero, de vuelta al tema que nos convoca, en palabras del Centro de Estudios Jurídicos y Sociales de Colombia, Dejusticia, «la violencia estructural, se refiere a situaciones en las que se producen daños a necesidades humanas básicas, como la supervivencia, libertad, bienestar o la identidad, en las que generalmente hay un grupo privilegiado y otro vulnerado, normalmente caracterizados en términos de clase, raza o género. Visibilizar esta violencia estructural, es crucial para comprender fenómenos de violencia directa que se dan cuando el grupo privilegiado busca reforzar su posición, o cuando el grupo vulnerado busca subvertirla». Robustecidos, además, por el uso de estereotipos en la narrativa.
En ese orden, el sociólogo Johan Galtung, fundador de la investigación sobre la paz y los conflictos sociales, al analizar los factores estructurales y culturales de la violencia, hace mención a dos niveles: la violencia visible o directa y la invisible o estructural; la cultural. Esta última debe abordarse de manera integral, entre todas las organizaciones representativas del Estado y la sociedad…, para impactar en la reducción de conflictos, como el crimen organizado…, como forma de disfrutar de un clima de paz y tranquilidad que permita el progreso de la comunidad. Tal como afirma el profesor Valerio García Reyes.
En este aspecto, los medios de comunicación también tienen el compromiso de fomentar una cultura de paz. Apoyar a la escuela y academia en la transmisión de educación que garantice derechos humanos, desde su triple finalidad: informar; actualizar, formar; orientar, entretener y transformar; convencer y persuadir.
Esta cultura de paz admitida en el año 1999 por la Asamblea General de Naciones Unidas, procura entre otros objetivos, que la educación en derechos humanos se difunda en todos los niveles y medios, para así poder edificarla. Por eso, es obligación de los medios tradicionales y modernos, desde su función social, realizar actividades de aporte a la construcción y sustentabilidad de la cultura de la paz.
En ese entendido, desde los medios es necesario abordar la violencia: fenómeno complejo, multicausal, entendiendo el impacto de los contenidos cargados de esta, en el comportamiento humano. Las personas suelen imitar conductas agresivas. Esto así, porque los mensajes violentos las desensibilizan, le hacen soez. Sobre este punto, se debe hilar fino desde los medios de comunicación de masa, para no transmitir y promover aprendizajes de conductas agresivas, y por el contrario ser un vehículo o medio para regular los conflictos.
Indudablemente, si deseamos vivir cónsonos a la cultura de paz, desde los medios de comunicación: cine, televisión, radio…hay que repensar cómo está influyendo en las problemáticas sociales actuales, globales, la violencia que se difunde. Esta incluye la violencia «embellecida, tal y como aparece en muchos programas televisivos, especialmente en los dibujos animados. A esto hay que añadir las trampas de las nuevas tecnologías, los juegos por ordenador y los videojuegos…».
De igual forma, esa violencia que distorsiona el mundo real, difundida en novelas, películas, programas variados, como las comedias, pódcast…, mediante imágenes retorcidas y estereotipadas. Por eso, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, (UNESCO), nos invita a preguntarnos si ¿puede la violencia en los medios de comunicación causar un tipo específico de conducta? y ¿cuál será la influencia posible de la contemplación de la información y los programas de los medios de comunicación, repletos de actos violentos acerca de diferentes modelos de pensamiento o acción? Es imperioso reenfocar el diálogo, las imágenes…
En relación con esto, el gran desafío pendiente de la comunicación de masa actual: poderosa vía de integración social, será «ser agentes decisivos de concordia entre los pueblos, constituir la base de una mejor comprensión internacional y fomentar el mantenimiento de la paz, a través de la libre circulación de las ideas, favoreciendo la participación plural y la democracia. De ahí el importante reto que supone asumir como ciudadanos y educadores los principios, valores y ejes vertebradores de una cultura nueva que se construye en clave de paz», como bien cita el investigador para la paz, José Tuvilla Rayo.
Pero, para lograrlo, debemos accionar la exhortación del polímata Benjamin Franklin, acerca de caminar juntos hacia la paz o nunca la encontraremos.
Hasta pronto.
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(La autora es educadora, periodista, abogada y locutora residente en Santo Domingo, República Dominicana)