La preeminencia del “libre mercado” y del “todo se vale” para obtener riquezas en el curso de una intensa recolonización neoliberal impuesta por EE. UU. a un Haití intervenido, se crearon condiciones para expandir un poder putrefacto, que ahora recurrió a la eliminación de Jovenel Moïse.
La suma MINUSTAH, Martelly y Moïse estimuló el crecimiento de bandas armadas, mercenarios colombianos y armas procedentes de EE. UU. En Haití actualmente existen 77 pandillas armadas y 500 mil armas modernas en manos de civiles, de las cuales sólo 45 mil han sido legalizadas.
En esas bandas abundan expolicías con fuertes conexiones policiales y estatales. Las nueve más poderosas formaron una federación conocida como la G9, protegida por el presidente Moïse, el primer ministro y la cúpula policial entrenada y “educada” por los Cascos Azules de la ONU, tutelados por la inteligencia del Pentágono.
En ese clima sórdido ha reinado la gansterización de las instituciones, se han desarrollado choques sangrientos entre pandillas, masacres, feroces competencias inter-burguesas e inter-mafias, e intensas pugnas por el control del gobierno; provocando crecientes protestas populares y fuertes tendencias a la ingobernabilidad.
Visto ese cuadro no hay manera de exculpar al decadente imperio estadounidense y su plataforma colombiana (ahora bajo el mando político Uribe-Duque) de auspiciar un “caos bajo su control”, con el propósito de dominar un espacio territorial caribeño de gran valor geopolítico, en las proximidades de Cuba, Venezuela…; rico, por demás, en litio, titanio, oro, cobalto y “tierras raras”.
En medio de un peligroso tranque político derivado de ese caos, no es extraño que militares mercenarios procedentes de los ejércitos genocidas de Colombia y EE. UU., fueran seleccionados para eliminar un presidente “explotado” e imposibilitado de garantizar gobernabilidad.
Por aquí pasaron los sicarios del imperio y al compás de cumplir su misión llegaron a Santo Domingo el Buque USS Billings, los jefes del Comando Sur y la IV Flota, Almirante Donald Gabrielson y vicealmirante Sinclair Harris.
Vale entonces recordar aquel memorando, aprobado por el entonces presidente Balaguer a raíz de la intervención militar estadounidense (2004) destinada a reponer a JB Aristides en la Presidencia de Haití, previamente sobornado y apaciguado.
Tal memorando -aun vigente- autoriza al Pentágono a usar puertos, aeropuertos y territorio dominicano para enviar tropas a Haití cuando lo entienda necesario.
Mientras… los gobiernos de EE. UU. y Colombia, y medios de comunicación tipo Semana y Caracol, se dedican a presentar el caso Moïse como producto exclusivo de autoridades haitianas y mercenarios contratados por ellas; ocultando el perverso rol del “combinado” CIA-MOSSAD-DAS y el binomio Biden-Duque.
narsoisa@gmail.com
(El autor es dirigente político residente en Santo Domingo).
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