Luperón y los restauradores no eran santos, pero sí próceres antiimperialistas; y una forma de “profanarlos” políticamente, es usarlos hipócritamente desde el ejercicio de un Estado y un poder plegado al decadente imperialismo estadounidense.
Es imposible desconocer que el contenido liberador de la gesta restauradora fue el fruto de la emergencia en el Caribe de un conjunto de ideas que se organizaron en torno a la voluntad de independencia, libertad y autoafirmación política y cultural; de la integración antillana y latino-americana. Ideas que pueden ser sintetizadas en la palabra antillanismo y esgrimidas en oposición al colonialismo y al imperialismo por Luperón, Betances, Martí y otros.
Luperón no solo enfrentó el colonialismo español y a sus agentes locales, sino que advirtió el peligro y enfrentó el emergente accionar imperialista de EE. UU. Hay que recordar cómo rechazó las pretensiones de Buenaventura Báez de entregarle a EE. UU. la península de Samaná; y como la reiteró, cuando fue expulsado del país, logró preparar una expedición llamada «El Telégrafo», en referencia al nombre del barco utilizado. Esa expedición perseguía derrocar ese gobierno e impedir la intervención de Estados Unidos, con quien Báez estaba acordando la venta de la península de Samaná.
En esa ocasión ella fue frustrada por EE. UU. Y solo cuando Báez fue expulsado del poder por la «Revolución Unionista» en 1873, Gregorio Luperón pudo regresar a su tierra natal… y cuentan los buenos historiadores que jamás cedió en sus convicciones antillanistas y su firme postura antiimperialista.
Todo eso ha sido despreciado, en tanto acervo valido para denunciar y enfrentar el presente neocolonial y la desvergonzada subordinación del actual gobierno y de las fuerzas que sustentan el actual sistema de dominación, a la estrategia imperialista en la isla y en la región.
Los reconocimientos a Luperón y a héroes y heroínas de la Restauración son formales, impregnados de simulaciones, congelados en el pasado, ajenos al presente gubernamental entreguista y a nuestra condición de país dependiente de EU; muchos a cargo de funcionarios, políticos, empresarios, jefes militares, obispos, sacerdotes e intelectuales miedosos, que se pliegan a la nueva colonialidad y a las nuevas intervenciones de EE. UU. en el país, el Caribe y Nuestra América, mediante su Grupo de Asesores Militares (MAAG), el Comando Sur del Pentágono, la USAID, CÍA, FMI, FBI, DEA…
Resulta, además, que se nos exhorta a “no ceder una soberanía” que hace tiempo no existe, que ha sido aplastada por EE. UU. y se atribuye estar amenazada por Haití, escondiendo que esa superpotencia imperialista es quien actualmente domina la isla y sus dos repúblicas.
narsoisa@gmail.com
(El autor es dirigente político residente en Santo Domingo, República Dominicana)
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