A Pleno Sol
La democracia no puede subsistir, donde las instituciones son de gelatina, y se mueven al capricho de los más poderosos. Para que se fortalezca la democracia, es necesario que existan partidos y grupos sociales con la fortaleza de plantear los cambios que son necesarios en una sociedad congelada.
Sin partidos y movimientos políticos que defiendan intereses populares, y no sean una maquinaria para ganar elecciones y conseguir empleos, no puede pensarse que se va a fortalecer la democracia. Los partidos tienen que renovarse, cambiar, entrar al siglo 21, para pensar que pueden llevar a cabo transformaciones.
Los partidos políticos dominicanos siempre han echado a un lado los principios de participación democrática, para dar paso a las ideas personalistas de sus líderes. En la época de los tres grandes caudillos los partidos se movían en base a su personalismo.
Impulsando buenas o malas ideas, el caudillo ensombrece la marcha de los partidos, porque no permite el normal desarrollo de la participación equitativa en sus filas. El dedo fue ayer, es hoy, y podría seguir siendo mañana, la acción con la cual los dirigentes escogen a sus favoritos.
Pero es necesario cambiar. Nadie puede sustituir a los partidos políticos para encausar la maquinaria del Estado. El partido es el que tiene fuerza unitaria para aglutinar al frente de masas que es su sangre y corazón. La lucha de tendencias, no es más que el ventarrón de los distintos sectores que se unifican en un partido.
Como la familia es el núcleo central de la sociedad, los partidos son necesarios para hacer los cambios sociales. No importa el nombre que se le ponga, ni los estatutos que tengan. La misión de un movimiento de masas es la toma del poder y hacer las necesarias transformaciones.
Como la sociedad va cambiando lentamente, también los `partidos tienen que experimentar esos cambios. Estar anquilosados en el pasado les da beneficios, para seguir siendo simples maquinarias electorales para ofertar puestos electivos y cargos en el gobierno.
Tiene ahora que surgir una nueva generación de políticos, con nueva visión, con nuevas obligaciones y con pensamiento renovado. Los llamados viejos robles deben ser llevados a la jubilación, y dar paso a la necesaria renovación.
Pero esos cambios no llegaran en forma espontánea. Los primeros que se oponen a los mismos son los jóvenes, porque prefieren ser señalados de dedo, que ponerse a trabajar en un proyecto a futuro. Solo la marcha inexorable de las variantes generacionales y sociales, sacará a flote los cambios necesarios y vitales que reclama la sociedad dominicana. ¡Ay!, se me acabó la tinta.
manuel25f@yahoo.com
(El autor es periodista residente en Santo Domingo, República Dominicana).
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