A Pleno Sol
Los partidos políticos tienen que romper con el reflujo. La inercia los convierte en maquinarias obsoletas, que solo se engrasan cuando hay un torneo electoral. Sin embargo, hay una amplia agenda nacional de la cual los partidos se desligan.
Los principales dirigentes y voceros secundarios solo hablan de asuntos tendenciales, de resquemores partidarios, de luchas de tendencias, pero nunca van al corazón de los graves problemas que padece la sociedad dominicana.
Esos grupos están atentos a la asignación de la Junta Central Electoral, saltar sobre los cargos electivos y luego se despreocupan de todo. La obligación de los partidos es ser parte del acontecer nacional, estar inmiscuidos en la lucha del diario vivir, exigir reivindicaciones, y conformar un amplio espectro de cuadros de masas.
Todo eso se encuentra fuera de los partidos dominicanos, que no pasan de ser maquinarias electorales. Desde luego, en los últimos comicios los votantes les van perdiendo el respeto a esas agrupaciones, y muestra al canto es la masiva abstención que se está dando.
De hacerse hoy una encuesta, se vería que la ciudadanía va perdiendo fe en los partidos y sus dirigentes. Y eso es malo. Son los partidos los que tienen que aglutinar a las masas y dirigirlas por mejores objetivos y progreso. Pero aquí se impone el desorden.
En el ocaso de los partidos deben surgir los grupos sociales, mayoritarios o minúsculos, que luchen abiertamente por un cambio que va desde lo comunitario, lo económico y lo profesional. Esto debe involucrar a las amas de casa, las juntas de vecinos, los clubes deportivos y culturales y los sectores técnicos y profesionales.
Los sindicatos en una ocasión tuvieron en sus manos etapas de vanguardia, pero con el correr de los años han devenido en buscadores de mínimas conquistas económicas. Por lo menos hoy no están tan politizados como en años anteriores.
Si se van jubilados los sindicalistas que peinan canas, es la necesaria etapa de la renovación, con sangre nueva, e ideas que vayan de acuerdo con la concertación que se tiene que dar entre patronos y asalariados. No pueden ser los enemigos que pregonaban los manuales para colocar debajo del brazo, sino sectores de diversas necesidades en el ámbito de producción
Los clubes culturales prácticamente han desaparecido. Su máximo florecimiento fue en la etapa de la lucha frontal contra el doctor Joaquín Balaguer. Los ahogó una predica partidista de izquierda, ambientada en la lucha entre China y la Unión Soviética.
A los partidos les toca aglutinar a todo ese movimiento social, pero primero deben hacer como la culebra, y quitarse esa piel mojada y maltrecha de tradiciones que ahora no tiene razón de ser. El futuro se comienza hoy, y a los partidos se les pedirá cuenta cuando esa maquinaria electoral obsoleta vaya en busca de votos. ¡Ay! se me acabó la tinta.
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