A Pleno Sol
La actividad partidista dominicana es la fiesta de las oportunidades. Es el juego donde de un golpe de efecto se puede dar el salto social. Es de andar descalzos, a montarse en un vehículo del año. La fase práctica de la política no es para bienestar colectivo, sino para afianzar planes personales.
De ahí, que el partidismo nacional esté normado por los cambios de chaqueta. Sin importar presente o futuro, los activistas se mueven de acuerdo a las facilidades que se le ofertan, o donde se sientan mejor. Un cambio de chaquetas es la norma en la vida política nacional.
En esto influye que no haya cargas ideológicas. Ni siquiera estatutos de partidos donde se establezcan las reglas de la militancia. Al grupo se va con la idea de unirse a la caravana, y ser un voto más en las próximas elecciones. Es la feria de las vanidades en acción.
Pero la versión local del transfuguismo no se da en el plano literal, lo que hay aquí es cambiarse la camisa para estar mejor. Da lo mismo pertenecer a cualquier partido político. Todos, en el fondo, tienen el mismo basamento de acción, que es ser trampolín para llegar al poder.
El tránsfuga o el chaquetero no solo es parte de los partidos, sino que se puede dar en la religión, los grupos culturales y cualquier manifestación de la vida. A pesar de las aberraciones que mueven el oportunismo, es una acción legal, que cuenta con respaldo institucional y constitucional.
Todo hombre y mujer es libre de actuar de acuerdo con sus intereses, y de mantener el derecho a la libre expresión de sus ideas, y de militar en partido o grupo social o religioso que sea de su particular interés. Restringir el derecho de un ciudadano de militar en el partido que le venga en gana, es un atentado a la libertad de movimiento.
Sea por conciencia o por oportunismo, el derecho ciudadano está por encima de las consideraciones de grupos dirigenciales de partidos políticos. Además, todos los partidos dominicanos utilizan el comprar militantes y manejarlo de acuerdo a sus apetencias.
Sea por ambiciones personales, o acciones grupales, desde el gobierno o la oposición, el llamado transfuguismo local es una práctica de los partidos nacionales, y en especial de los tres principales. Hoy, da la impresión de que todos los partidos están en una guerra para atraer a militantes de otras agrupaciones.
Las fallas no están en los oportunistas, sino en el corazón de los partidos, que no han podido crear un reglamento ético, y mucho menos dar el ejemplo a sus militantes de que la política es una actividad noble, donde no deben caber las trapisondas, la sinvergüencería, la asechanza, la falta de principios, y el trampolín para saltar desde los detritus sociales, hasta los salones perfumados, no en base a méritos, sino a genuflexiones. ¡Ay!, se me acabó la tinta.
manuel25f@yahoo.com
(El autor es periodista residente en Santo Domingo, República Dominicana).
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