Por Claudio Álvarez Dunn
La foto más significativa de la investidura de Donald Trump como 47 presidente de EE.UU. muestra al fundador de Facebook (Meta), Mark Zuckerberg con su mujer, Priscilla Chan; al fundador de Amazon, Jeff Bezos con su novia Lauren Sánchez; al CEO de Google, Sundar Pichai y al CEO de Tesla y X (antes Twitter), Elon Musk, el hombre más rico del mundo, entre los invitados en primera fila durante la ceremonia de inauguración.
Detrás de ellos estaban Tim Cook, CEO de Apple, y otros como Shou Zi Chew, el CEO de TikTok, que estaba sentado junto a Tulsi Gabbard, a quien Trump nominó como directora de inteligencia nacional. En el lado opuesto del estrado estaban Bernard Arnault, CEO del gigante francés LVMH, el mayor vendedor de artículos de lujo del mundo cuyas marcas incluyen Louis Vuitton y Christian Dior.
Más atrás, los millonarios Miriam Adelson y John Paulson estuvieron sentados en la ceremonia junto a la nueva jefa de despacho de la Casa Blanca, Susie Wiles. Ambos fueron los mayores donantes de la campaña de Trump. Paulson, un inversor multimillonario que ha comprado medio Puerto Rico en quiebra, fue el anfitrión de la mayor recaudación de fondos en Palm Beach, Florida, que estableció un récord al añadir más de $50 millones de dólares a la campaña del nuevo presidente, mientras que la Sra. Adelson es copropietaria de los Dallas Mavericks de la NBA y viuda de un magnate de casinos.
Estos “monstruos” conocidos como los Big Tech son los nuevos señores feudales en este mundo de transformaciones que estamos viviendo, dado que tienen el control de la información y los recursos digitales necesarios para influir en la economía y en la toma de decisiones políticas.
El tecnofeudalismo es un término que se usa para describir un sistema socioeconómico en el que las empresas tecnológicas tienen un poder similar al de los señores feudales de la Edad Media. Este concepto describe un sistema en el que el poder y los recursos se concentran en unas pocas empresas tecnológicas; y así como en la Edad Media el poder estaba en manos de los señores feudales que controlaban la tierra, ahora el control lo ejercen corporaciones que dominan los datos y las infraestructuras digitales.
En una reciente alocución durante la posesión del nuevo ministro de Hacienda, de la Canciller y del director del departamento administrativo presidencia de la República de Colombia (DAPRE), el presidente Gustavo Petro se preguntó quiénes son los propietarios de la nube, esa interfaz tecnológica que no es una entidad física, sino una red enorme de servidores remotos por todo el mundo que están conectados para funcionar como un único ecosistema.
Petro alertó que el mundo debería plantearse si Elon Musk o Zuckerberg serán los propietarios de la nube y por ende serán los propietarios del conocimiento humano. “¿Será una persona? ¿Será una propiedad privada? ¿Tendremos entonces un conocimiento para la democracia? ¿Un conocimiento al servicio de la libertad? ¿Tendremos política? ¿Seremos tratados como seres humanos? ¿Tendremos derechos humanos? O como decía el físico Stephen Hawking (astrofísico británico ganador del Premio Nobel de Física) será el fin de la humanidad”, advirtió el presidente de Colombia.
El concepto de «tecnofeudalismo», propuesto por Yanis Varoufakis en su libro de 2024, redefine nuestra comprensión de las dinámicas de poder y economía en el siglo XXI. Según el economista, el capitalismo, tal como lo conocíamos, ha muerto, y ha sido reemplazado por un sistema más insidioso: un feudalismo digital gobernado por los magnates tecnológicos. En este nuevo orden mundial, los mercados tradicionales han sido suplantados por plataformas digitales que funcionan como feudos, y el motor económico ya no es el beneficio derivado de la producción, sino la extracción sistemática de rentas. Este cambio ha reconfigurado las relaciones de poder, volviendo a establecer jerarquías de dominación similares a las del medievo, pero adaptadas a la era de la nube.
Según Petro, esta nueva crisis enfrenta la existencia misma de la especie humana. “Los estados se han debilitado, pues la base misma del mercado interno de las naciones se ha transformado desde hace dos o tres décadas. Y eso tiene un efecto sobre lo jurídico y la cultura misma de los estados políticos porque ya no hay economías nacionales sino transnacionales, pues así lo dispuso el capitalismo mismo. Países como Colombia se convirtieron en países de rentas, como la del petróleo, la del carbón, la de la cocaína; para satisfacer al mercado consumidor de esos productos, dejando una economía raquítica, violenta, desigual y aislando a sus habitantes por fuera del circuito de la producción”, enfatiza el mandatario.
En este orden de ideas, Petro analiza que si la nube fuese como la tierra (y lo es en un espacio virtual) y tuviese propietarios privados como la tierra, entonces el propietario privado cobraría por usar su tierra. “Esto está pasando con la nube. La nube tiene propietarios privados de lo que es común y se cobra por usar la nube entonces estamos en una forma de producción igualita a la que existía en el feudalismo, donde los que ganan son los propietarios de la tierra o en este caso, los propietarios de la nube. Todos les estamos pagando cada vez que bajamos o usamos una aplicación… desde el más pobre hasta el empresario más rico le paga al propietario de la nube por usar su tecnología o su conocimiento para ser más productivo y echar más trabajadores a la calle”, declara.
“Tenemos así un peligro inmenso pues si los propietarios de todo el conocimiento humano son tres o cuatro personas, o como dijera el expresidente Biden, una oligarquía, que es la palabra correcta, estamos llegando a la peor desigualdad del mundo y al peor de los momentos porque la humanidad perdió su pensamiento. Para llegar al pensamiento humano habría que pagar ¿Y entonces qué hacemos cómo estado? ¿Le aceptamos a Trump sus condiciones para el manejo de la nube? O le tendría que decir al resto del mundo y a América Latina que las aceptamos y nos arrodillamos y abolimos nuestras instituciones y nos vamos a morir de viejos para no ver el desastre que va a acontecer. Esta situación es similar a la de 1933 (año marcado por la Gran Depresión y el ascenso de Adolf Hitler al poder en Alemania) pero es profundamente peor, porque es una Gaza multiplicada por mil y ante ello debemos asumir la pelea, asumir posición a cualquier hora, de madrugada, de noche (en alusión a su Tweet contra los deportados colombianos esposados) o del día, porque aquí no se puede esperar”.
Parafraseando al guerrillero argentino Ernesto Che Guevara, que decía ´Sean siempre capaces de sentir en lo más hondo cualquier injusticia cometida contra cualquiera en cualquier parte del mundo´, Petro denuncia que “estamos ante la peor injusticia del mundo: la privatización del saber humano. Esto no puede ser así, la nube debe tener un propietario común y esa es la Humanidad, así de simple. Es el primer bien común, como lo debería ser el agua, como bien común es la atmósfera, como lo es el planeta, como bien común es el derecho a vivir y a existir como seres humanos plenos y libres, solo por el hecho de haber nacido humanos”.
Con el concepto básico de que es la humanidad la que debe tomar partido en la construcción de la nube, Petro alerta que “el propietario debe ser la Humanidad pues es la que ha producido la nube y si un propietario privado de la nube se vuelve multimillonario con la propiedad común de la humanidad, a ese señor hay que cobrarle impuestos del 99,99% de utilidad a la renta, porque ese bien no es de él. Entonces esta pelea que empieza a darse, pues en la prensa está aún de incógnito, hay que hacerla virtual”.
En este tema de los algoritmos, China tiene un debate fundamental. El presidente de Colombia explica que el país asiático acaba de ganarle la pelea a EE.UU. en rapidez de chips y costos, hasta ahora, en esta carrera. “El Chip es la mercancía fundamental de la nube, pero en este caso lo hizo un propietario privado de la nube china, no lo hizo el estado chino como erróneamente reportó la prensa.
Este joven chino está en competencia con los señores amigos de Trump, que estaban solos en esta carrera por la nube, para quedarse con el pensamiento mundial. Pero el Partido Comunista Chino ha dicho: esto no puede ser, no puede amasarse tanta fortuna en manos de una persona como ganancia usando un bien común”, al tiempo que recuerda a raíz de ese anuncio la competencia perdió 600.000 millones dólares en un día.
“Esa es la discusión, pero no de China sino del mundo, de todas las formas diversas y políticas de la Humanidad en el Planeta Tierra. La Nube debe ser propiedad de la Humanidad y por lo tanto su regulación debe pertenecer a los poderes públicos mundiales, cualesquiera que estos sean, sin discriminación. Es una lucha fundamental pero no es popular por el momento; será popular cuando millones de personas salgan a la calle a protestar”, advierte el funcionario ante la pérdida de empleos a manos de la IA.
Según la visión del mandatario sudamericano, este sería un punto de la lucha internacional de Colombia: que la producción misma del mundo actual no puede acabar con la especie humana. “No podemos vivir más del petróleo y del carbón pues crean más crisis climática, y entre más crisis climática, la segunda región del mundo más afectada después de Asia es América Central y el Caribe, que es donde se sentirán los rigores más fuertes hasta que no se rompa esa cadena contra el cambio climático”, explica.
Por lo tanto el papel del estado será no sólo defender la nación sino también defender a la humanidad. “Cualquier competencia internacional de Colombia es ponerse al lado de la humanidad y de la vida. La humanidad es un nuevo sujeto político en el mundo como concepto y realidad y solo si hay un dialogo entre las civilizaciones se permitirá un propósito para la humanidad”, agrega Petro, quien recuerda la peligrosidad de la Inteligencia Artificial: “La nube es el gran cerebro de la Humanidad, un cerebro común que las tecnologías no habían podido producir. Antes teníamos un diálogo entre pensamientos, leíamos un libro y teníamos bibliotecas, pero mientras las tecnologías fueron avanzando y sustituyendo a los libros con redes telemáticas, fibra óptica y nuevas infraestructuras, se empezó a construir la nube, que no es más que la digitalización del pensamiento humano. A través de parámetros matemáticos se coloca todo el pensamiento humano en algo que no es tangible y que ahora puede ser convocado a través de una tecla; entonces ya no existe un cerebro humano individual sino un gran cerebro colectivo que es el acumulado de todo el conocimiento mundial, de todos los rincones del planeta y de todas las época y sigue progresando, hasta que tal vez se pueda auto regenerar”.
La discusión está servida; las plataformas digitales no solo monopolizan mercados, sino que también dominan la esfera pública, filtrando y moldeando el discurso colectivo. Este dominio no se limita a lo económico; penetra en la política, en la cultura y en las vidas individuales. La narrativa de progreso y libertad tecnológica, promovida por figuras como Musk y Zuckerberg, enmascara un sistema que perpetúa la desigualdad, despoja de poder a las mayorías y concentra la riqueza en manos de unos pocos.
Elon Musk invirtió más de 200 millones de dólares en la campaña de Trump, pero recuperó 750 veces esa suma desde el anuncio del triunfo electoral de Trump al presente. Sus acciones subieron más de 150.000 millones de dólares, para totalizar una fortuna personal de 421.000 millones de dólares.
El riesgo del tecnofeudalismo radica en su capacidad de perpetuarse bajo la ilusión de progreso. La promesa de viajes espaciales, innovaciones tecnológicas y avances en inteligencia artificial enmascaran una realidad de explotación y concentración de poder. Para resistir esta nueva forma de dominación, es esencial comprender las dinámicas de este sistema y reclamar un futuro donde las tecnologías sirvan a las mayorías y no solo a los nuevos «señores feudales». La lucha contra el tecnofeudalismo es, en última instancia como describe Varoufakis y denuncia Petro, una lucha por la democracia, la justicia social y la libertad en un mundo cada vez más controlado por algoritmos y plataformas.
(El autor es un periodista independiente radicado en Colombia).