Los cambios tienen la ambivalencia de ser buenos y malos. Algunos traen consecuencias devastadoras y otros halagadoras. Sin embargo, y por experiencia propia, debo decir que solo en aquellos «cambios malos» alcancé a estar cercano de las energías universales.
Usted pensará; «las energías universales están todo el tiempo y en todas partes» y yo le garantizo que tiene toda la razón, pero Estamos conscientes de ello? Obviamente, toda persona que se desespera ante un inconveniente, drama o tragedia, no es una persona «despierta» ante estos.
Sentir las energías no es lo mismo «que saber que existen»…
Uno suele sentirlas solo cuando está bien jodió, bien hundido en desamor, perdida de alguien cercano, bancarrota, enfermedad o cualquier otro momento donde el dolor nos acompañe. No se sienten en el bienestar, ni la salud o la riqueza, ya que estas son trampas que nos «distraen» en interiorizarnos.
Cuando uno cae en un vacío profundo, en realidad uno se está elevando en la caída. Su estado mental es tan frágil que suele detener el tiempo y el espacio en donde uno flota ligeramente y llega a tocar el fondo del cielo, por no decir la puerta.
Nos sentimos solos y huérfanos, totalmente desalmados y débiles ante cualquier embestida. Se va uno desapegando de la materia y no existe regalo, pasión o ánimo que pueda influir en «barrer» de un soplo esa pena o angustia que se ha abrazado a nosotros.
Uno ya no sabe a quién acudir porque no hay nadie que se tome la pena, ni cura que la cure, ni mago que barita en mano remedie el dilema.
Cuando uno está solo, siempre está acompañado. El problema es que muchas veces no abrimos los ojos, no abrimos el pecho, no abrimos el corazón, ni abrimos al alma. Nos encerramos en «este yo» que nos habita y nos hace «habitante» asiduo de esta dimensión terrena, rehusando ver al que está sentado a nuestro lado.
Dios, no está en todas partes, pero está en ti siempre porque tú eres Dios, o como quieras nombrarte. Solo lograrás verte en esos momentos de aflicción. No lo dudes ni un instante y aprovecha esas caídas para acercarte a él, es decir, a ti. Los males siempre serán beneficiosos porque son oportunidades para «reencontrarnos» con nuestro verdadero yo.
El yo que soy en verdad, el que está más a allá de los males y desavenencias humanas. El que no aspira a nada ni necesita nada porque es consciencia pura. Una llama que salta fuera de la materia pesada y la deja tirada por qué no la necesita, no le es vital ni tiene importancia.
El traje humano se hace más pesado cuando no acepta los infortunios que trae este paquete al que erróneamente llamamos vida. Estar atado a la materia es realmente estar atado a la muerte. La vida es otra cosa relativamente opuesta a «lo que pensamos que es».
La vida es solo vida si flota como el aire, libre y errante, cambiante, consuetudinario de rumbos. Sin piedras, ni palmeras, ni ríos, paraísos «uvases». La vida en sí no está atada a nada ni nadie, ni requiere de documentos legales, ni pagos de impuestos, ni dinero, ni valor económico.
Cuando uno lo pierde todo en esta dimensión terrenal, uno se siente perdido, extraviado, desorientado y hasta harto! De «vivir» en ella y no es para menos, sin embargo, todos esos trajines y estrallones y desbarajustes son parte vital de «estar aquí». Nadie se librará de ellos, así que déjese de hacerse ilusiones ilusorias…
Solo alcance a ver los beneficios que esos males le han dado. Yo sé que a muchos les ha tomado tiempo entenderlo y otros nunca lo entenderán, pero los que si han logrado atravesar las brasas han podido alcanzar «una experiencia humana» con más tolerancia y sabiduría.
Han aprendido que todo mal, razonable o no, siempre causa beneficios, así no sean directamente para uno mismo. Los que han llorado y alcanzado a «ver la luz» se han hecho fuertes y sabios. Inmunes a las tormentas y hasta se ríen en medio del tornado.
La gente se muere, los padres, los hermanos, los amigos, los hijos y hasta usted y yo. Todos sufrimos por el amor, la indiferencia, las deudas, el hambre, la ausencia. Todos lloramos… sin embargo…
Esta noche, cierre sus ojos, retroceda en el tiempo y como un hilo vaya zurciendo momento a momento de su vida pasada. Recuérdese de «esos instantes cruciales» que dieron origen a «esa historia» que termino mal. Esas decisiones tomadas «al azar» o fortuitas y hasta incomprensibles para usted.
Verá que todos cargamos con una «fórmula» o ecuación que lo ha llevado exactamente al lugar en donde está sentado leyendo este latido. No es más allá ni más acá… ahí.
Si aquellas «tragedias» no hubiesen pasado, usted estaría en otro lugar, leyéndome igual, por supuesto! Su vida «fuera otra» Mejor o peor? Ese no es el caso, simplemente sería otra o ya se habría acabado.
Recuérdese que usted no es eternamente terrenal, sino «un ser» teniendo una experiencia humana. Si está consciente de esto, la próxima vez que se le muera alguien, este en malaria, lo hayan traicionado o se sienta a punto de morir, sonreirá porque ya está bañado de energías universales. Usted ya aprendió a «vivir» dentro de un cuerpo sentenciado a muerte.
Se acepta llorar y hasta se exige que lo haga, pero no morirse antes de tiempo. La próxima vez que los golpes vengan en caravanas de balazos, piedras, machetes y demás artilugios, usted optara por aceptar la descarga como si fuera transparente e intocable y hasta descarao si prefiere, porque sabe que oculto en alguna fórmula «incoherente», es decir, aquella que ni coincide ni tiene lógica, se encuentran los beneficios del mal. ¡Salud! Mínimo Malero.
massmaximo@hotmail.com
(El autor es artista plástico dominicano residente en West Palm Beach, EEUU).
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