Roberto Valenzuela
Lo que voy a relatar pasó en el 58 aniversario de la Expedición de Constanza, Maimón y Estero Hondo. Él (Delio Gómez Ochoa) formó parte de «Los Barbudos», nombre con el que se conocían los guerrilleros de la Sierra Maestra. «Mis barbudos», les decía su líder rebelde, Fidel Castro.
Al contrario, la propaganda de la dictadura usaba las palabras «barbudo» e «invasores» de forma despectiva. Adoctrinaba a la población que los barbudos comían niños, no creían en Dios, violaban mujeres, venían a robarse las tierras a los dominicanos.
«A los expedicionarios del 14 de junio no se les podía llamar invasores, nadie invade su propio país: para desacreditar los exiliados, la dictadura usaba las palabras los invasores barbudos», explica el historiador Juan Daniel Balcácer, en una charla a estudiantes.
«Si nos invaden, rodarán los sesos de los barbudos», le decía Trujillo a la prensa internacional. Hacía referencia a los exiliados que se estaban entrenando en Cuba o que hacían propaganda en contra de la dictadura desde Venezuela, Nueva York y otros lugares.
Todos llevaban las barbas copiosas, como símbolo de rebeldía. Se parecían a Jesús (nuestro amado Mesías), tanto por las barbas como por su compromiso de justicia social: soñaban con multiplicar los panes para alimentar a los hambrientos latinoamericanos.
Éste barbudo apenas se puede mover apoyado en su bastón. Delio Gómez Ochoa, está disminuido por la edad y las enfermedades. Más no pierde la esbeltez, la dignidad del combatiente que se fajó a los tiros para derrocar al dictador Fulgencio Batista en Cuba; y luego vino a República Dominicana a pelear contra Rafael Leónidas Trujillo Molina.
Háganse foto con el comandante Ochoa, es posible que sus familiares no lo dejen venir para los actos del próximo año: es posible que sea la última vez que esté con nosotros». Decía una empleada del Archivo General de la Nación (AGN), en un acto de homenaje a él (único sobreviviente de la expedición del 14 de junio).
Al final del acto, el historiador cubano Elíades Acosta conversó con varios periodistas y les dijo que de los 198 expedicionarios: 22 eran cubanos, 13 venezolanos, 5 puertorriqueños, 2 españoles, 2 norteamericanos, y 1 guatemalteco.
Le aclaró a un periodista que Pablito Mirabal no era venezolano, sino cubano y que tenía 16 años cuando se enroló en la Expedición; pero ya había estado combatiendo en Sierra Maestra con Ochoa. Pablo era huérfano y Delio lo acogió como un hijo. Por eso se negó a abandonarlo cuando decidió venir a pelear contra Trujillo.
Estuvo entre los 6 guerrilleros sobrevivientes de la embestida trujillista. Cosas de Dios, sobrevivió peleando en dos guerrillas, contra Trujillo y contra Batista, pero a Pablito lo mató un rayo en Cuba, esperando un autobús en una parada.
Era un oficial-militar y se cree que lo que atrajo el rayo fue que sus botas de militar estaban revestidas de metal en la plantilla y la punta. Ya se había casado. Pero el rayo que mató a Pablito no puede matar su hazaña guerrera, no pudo matar la grandeza de los comandantes de la Raza Inmortal: Delio Gómez Ochoa, Enrique Jiménez Moya o la de Fidel Castro, El Che Guevara, Camilo Cienfuegos y los demás inmortales barbudos.
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