Reflexiones en el cambio #14
Inicio expresando que no me anima ninguna crítica malsana contra el Partido de la Liberación Dominicana (PLD). No me sumaré a los que hacen «leña del árbol caído», mucho menos después de que mantuvimos una alianza electoral de casi 20 años con ese partido, en representación del Bloque Institucional Socialdemócrata (BIS).
Para entender al PLD hay que ir a sus orígenes, cómo y por qué se formó en el 1973; qué buscó su líder histórico y fundador el Profesor Juan Bosch, con la adopción de este modelo de partido.
Una de las razones de Don Juan para irse del Partido Revolucionario Dominicano (PRD), que muchos desconocen, fueron los frecuentes pedidos de ayuda que se solicitaban en favor de militantes de las bases perredeistas, ayudas que consumían casi todas las magras finanzas del Partido Blanco. El Profesor no entendía esa forma de hacer política, aunque mi padre sí, pues al haber vivido en la miseria, esa experiencia le permitía comprender esa realidad de las mayorías dominicanas.
Claro, don Juan también había perdido la fe en que se pudiera llegar al poder por medio de las elecciones. Sus vinculaciones con la izquierda eran ampliamente reconocidas, por lo cual la situación producida con el desembarco del Coronel de Abril, Francisco Alberto Caamaño Deñó, generó las condiciones para la separación del Profesor con el perredeismo.
Don Juan soñaba con tener un partido disciplinado, pero el PRD no lo era. El quería, en esos momentos, una organización guiada por profesionales y estudiantes, pero los blancos eran integrados por el pueblo llano. Bosch quería un proyecto de izquierda, pero el PRD contenía un su seno a personas de todos los litorales ideológicos. El Profesor creía en una estructura y militancia políticas basadas en el estudio y no en comités de base.
Así creó el PLD, algo totalmente diferente hasta en sus llamativos colores morado y amarillo, aunque su primera participación electoral fue ínfima, con algo más de 18 mil votos debido a que el pueblo se unificó alrededor de la consigna «el cambio sin violencia» que representaba el «glorioso». Pero no hubo que esperar mucho y ya para el 1982, ese mismo PLD aumentó su votación en un mil por ciento hasta los 180 mil votos. Ese fue el despegue definitivo de esa organización.
En el influjo de una organización súper disciplinada y dirigida por la clase media universitaria, fue sumándose a los morados lo más granado de nuestra juventud. Tal fue el meteórico ascenso del partido que, ante los problemas internos del PRD, en apenas 7 años pasaron a ser la primera opción electoral en el año 1990. Ese año no fueron gobierno porque una parte de la cúpula peledeista se opuso a un acuerdo electoral entre Juan Bosch, por el PLD y mi padre, por el PRD, en el entendido de que, si el acuerdo se producía, el partido blanco hubiera podido sacar más votos que el de la liberación dominicana.
Después de las elecciones del 90, cuando el PRD se volvió a unificar alrededor del liderazgo de José Francisco Peña Gómez, el PLD redujo su participación electoral a un tercer lugar, el año 1994 así lo confirmo y en el 1996 hubiese sido lo mismo salvo que un imponderable de la política, un «golpe de suerte» como lo expresó Leonel Fernández, hizo que el Dr. Balaguer los apoyará desde la primera vuelta, traspasándole parte importante de sus votos y entregándoles todo el activo popular balaguerista para la segunda vuelta de ese año.
Las luces del PLD son muchas y sólo los fanáticos o los insensatos no lo reconocerían. Solamente formar una organización de mando centralizado, en la que se establecían métodos científicos de trabajo y en la que los miembros cumplían sus responsabilidades partidarias con devoción casi religiosa, en la que la mayoría de los integrantes de su alta dirección eran profesores universitarios, una dirigencia de calidad y con formación política, que hizo del PLD un partido admirado por la sociedad.
Estimo que hicieron un buen gobierno en el primer cuatrienio, pero el país vio por primera vez un equipo que decidía en consenso con sus organismos de dirección, no como se estaba acostumbrado, al manejo unipersonal del mandatario de turno. Su prudente manejo en política macroeconómica y cambiaría le dejó una impronta que no pudieron cobrar en el 2000 por la deuda del pueblo con el legado de Peña Gómez,que acaba de fallecer en el 1998, y también por la presencia del Dr. Balaguer en la boleta electoral.
Pero los resultados catastróficos que produjo la crisis bancaria en el gobierno del PRD provocó que las elecciones del 2004 las ganaran cómodamente el PLD y sus aliados. Urgidos a mantenerse como mayoría, decidió la dirección del PLD que no podían ser ya más un partido de cuadros y lo convirtieron en una organización de masas. Absorbieron al reformismo y cambiaron el liderazgo de clase media por el de los barrios y comunidades, crearon la casi totalidad de los programas asistenciales del Estado y se ganaron el apoyo electoral de los pobres, que claro está son mayoría. Ese cambio estratégico les permitió ganar las elecciones del 2006, 2008, 2010, 2012 y 2016 y, aunque algunos amigos perremeístas se molesten por lo que aquí expreso, no ganaron las del 2020 porque se dividieron.
En términos de infraestructura la impronta del PLD es inmensa, no lo podemos negar. Llenaron el país de obras tales como carreteras, elevados, túneles, metros, el teleférico, etcétera. La obra institucional también es impresionante: reformaron leyes e hicieron un armazón legislativo nuevo; crearon el Tribunal Superior Electoral, el Defensor del Pueblo y el prestigioso Tribunal Constitucional; votaron la nueva constitución del 2010, y en la parte social, como dijimos más arriba, crearon el 90% de los proyectos sociales, que innegablemente son de la autoría peledeista.
A todas esas buenas acciones se hicieron cosas que debilitaron la democracia, como lo fue el uso de todos los recursos para mantenerse en el poder, auspiciaron, o al menos el pueblo está convencido de eso, una mega corrupción que dejó en pequeño la de los reformistas. Se controlaron todos los poderes del Estado y se pusieron al servicio de la causa peledeista, bajo el criterio de que para mantener el poder todo era permitido.
Todos temimos al poder omnímodo del PLD. Los partidos, la prensa, la clase media, los ricos, hasta la Iglesia… no hubo ningún sector que se enfrentara al poderoso Comité Político peledeista. Solamente pudo hacerlo la división, porque estaban tan seguros y endiosados que creían poder imponerse ante todo y, como afuera no tenían con quien pelear que fuera de su peso, iniciaron una guerra interna que terminó por sacarlos del Palacio Nacional.
A fuerza de tener una combinación de otrora partido de cuadros y de masas a la vez, en el PLD siempre convivió gente muy correcta y seria, con otros muy diferentes.
Hoy hay dos peledés. En un próximo artículo lo explicaré con detalle, pero valga adelantar que el partido deja una herencia claroscura, que solo el tiempo sabrá cual pesará más, a partir de los catastróficos resultados electorales del 20 y los escándalos que a diario salen de sus funcionarios.
Cómo este es un país muy especial nadie debe cantar victoria, porque muchos creíamos que cuando Balaguer salió en el 1978, después de esa semi dictadura, con tanta deuda de sangre, no volvería. Pero en apena 8 años ¡volvió y se quedó 10 más!
No sé si las luces del PLD pesarán más que sus sombras, que al parecer son muchas, pero mis amigos del PRM están obligados a hacer un buen gobierno y construir sólidas alianzas políticas si quieren mantenerse más allá del 2024. En oportuna referencia histórica les recuerdo una frase del arzobispo Meriño, quien fue Presidente de la República, quien dijo en el acto de traspaso de mando a Buenaventura Báez en el 1865, rememorando a un orador americano: «Tan fácil es pasar del destierro al solio, como del solio a las barras del senado» y también al exilio como en su caso.
(El autor es dirigente político residente en Santo Domingo, República Dominicana).
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