A Pleno Sol
Rafael L. Trujillo fue, un fiel producto de la convulsión de su época. Un resentido y protegido. Un mozo de caballos al cual sus circunstancias personales y sociales lo fueron acercando al poder. Nadie llega del fango comunitario a dictador por capricho propio. Los choques de los acontecimientos mediáticos, es la garrocha impulsora.
Al momento de comenzar a surgir la figura de Trujillo, el país vivía momentos de convulsión política. La única forma de subir un peldaño social, para el excluido, era ser matón por encargo, o meterse a guardia. Trujillo hizo las dos cosas.
En el instante de la primera intervención militar la República Dominicana era un paraíso para terratenientes, comerciantes, sangre azul, pero la gran población, eminentemente campesina, languidecía en una marginalidad aterradora
No había estructura de país, sino que los caudillos gobernaban por regiones, mientras que la presidencia era casi decorativa, teniendo que pactar en forma permanente para mantenerse un día más en el poder. La mayor parte de la población más que resentida social, era excluida y nacía y moría en la más denigrante de las miserias.
Trujillo demostró en su accionar que era un hombre despiadado, y que para llegar al poder tenía que conocer a fondo la sociedad dominicana, para poder manejar a su antojo los hilos de su destino. Montado a caballo, recorriendo todo el país, presentó una imagen remozada, falsa pero envolvente para las chusmas, muy alejada de las charreteras de latón y uniformes almidonados de los comerciantes y familias distinguidas que hacían de generales de montonera.
Trujillo fue un modelo cincelado por la intervención militar norteamericana. Sin ella no hubiera pasado de jinete armado. Si Trujillo se mantuvo 31 años en el poder fue por ese apoyo incondicional que recibió de los gobiernos norteamericanos.
La iglesia, siendo un sector mediático de innegable poder, colocó a Trujillo sobre sus hombros, y fue parte de su basamento seudo-ideológico, de venderse como el mejor amigo del hombre de trabajo, y el despertar del campesino nacional.
Sin el poder institucional de la Iglesia Católica, que lo endiosó en todo el territorio nacional, Trujillo no hubiera sido un encantador de masas, con una base social que condujo como le dio la gana a la sociedad dominicana.
Tenemos que estudiar a Trujillo y sus muletas. La historia se escribe poniendo a todos los culpables en el banquillo. Trujillo fue carnicero social, ¿pero cuándo se va a analizar el papel de los grupos religiosos y los norteamericanos que fueron las columnas sobre las cuales se creó y mantuvo su régimen?. ¡Ay!, se me acabó la tinta.
manuel25f@yahoo.com
(El autor es periodista residente en Santo Domingo, República Dominicana).
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