A Pleno Sol
La tarea que parece imposible en la política dominicana, es sepultar a las viejas ideas, a los métodos arcaicos y la costumbre de querer imponer la ley del más fuerte. El problema nacional no se soluciona con paños tibios, sino con un profundo cambio social.
Con la derrota de las ideologías, ese cambio tiene que ser dentro del sistema democrático. Una mente muy calenturienta y desfasada plantearía en estos momentos el absurdo de la toma de los hierros. Fueron experimentos políticos sepultados por los tiempos y los fracasos.
Han cambiado los hombres y su enfoque, pero seguimos en medio de la mayor de las exclusiones. Muy poco se ha hecho para variar los cuadros de miseria que padecen millones de dominicanos. No es solo la línea paternalista, y la entrega de alimentos y ayuda. Se necesita algo más.
Tiene que haber un genuino equilibrio entre riqueza y pobreza. No puede haber un puñado de ricos, y tantos pobres. Ello amplía la brecha social, y hace más difícil la convivencia y el progreso.
Cuando una sociedad nace, crece y se multiplica sobre la miseria de la mayoría, se incuba el odio social y la rebeldía. Ahora mismo hay un gran reflujo, con las masas solo buscando la subsistencia. Muchos han tirado la toalla, e inclinado la cabeza.
Estamos en el país de los saltos sociales. De muchacho de campo y de acostarse sin cenar, un pelotero de la noche a la mañana se hace millonario. Su entorno sigue igual, olvidado y misterioso, a la espera de una redención que no llega.
No vendrá un mesías salvador. Los hombres son producto de sus ideas, sus compromisos sociales, su forma de ver el mundo. Los guerreros hace tiempo abonaron la tierra. Ahora quedan en pie los tecnócratas, los que solo creen en números y resultados.
Para ser realistas, hay que luchar para darle un rostro humano a la economía. Que deje de ser simples ecuaciones, donde el hombre es una pieza olvidada. No se puede sostener la riqueza si su columna vertebral es la explotación del menesteroso.
Estamos en tiempo de cambios, y hay que reflexionar. Es la hora en que el país necesita renovación de liderazgo, que entre sangre nueva a la política. No jóvenes por su edad, sino por sus ideas. Que dejan las nuevas generaciones de apoyarse en los viejos robles, para alcanzar posiciones.
Tenemos fe en el futuro, y en la capacidad de lucha del pueblo dominicano. Son tiempos difíciles, donde lo primero es hacer frente a la actual pandemia. Si no se logra vencer el coronavirus, no habrá vida. El país emprende nuevos rumbos, con la cuchilla al cuello. ¡Ay!, se me acabó la tinta.
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