Solemos andar entre bastidores, como si la vida fuera un escenario en que, o participamos o contemplamos. Cuando solo observamos podríamos disfrutar como si estuviéramos sentados en el cine o en el teatro, con la particularidad, que podríamos integrarnos al desarrollo de los acontecimientos.
En muchas ocasiones, somos incluso los protagonistas de la historia o los directores y además, capaces de cambiar el guion y hasta la película completa.
Cambiar de canal significa que, con el simple acto de movernos de lugar, entraríamos a otra película con un nuevo equipo de actores y escenario.
Esta es una de las particularidades de la vida. Tenemos la potestad y el poder de cambiarlo todo si estamos resueltos a ello. Sin embargo, nos vamos encariñando y hasta enamorando de los personajes o del paisaje que se nos hace difícil salirnos de la película.
Vamos creando «estilos» de vida que nos van «acomodando» y habituando a permanecer en el mismo escenario, con la misma gente, así nos vayamos aburriendo de todos.
Aquí es donde comienzan las mentiras y la verdad va quedando relegada a un rinconcito oculto, una astilla cercana al corazón que, de vez en cuando, «nos puya» recordándonos que «estamos» donde ya no queremos estar…
El coraje de decir la verdad se va quedando atrás, se aplaca cual mar bravo en calma. Nos engañamos, repitiéndonos, «estoy donde tengo que estar y con la gente…que quiero».
Nos olvidamos que con un simple movimiento de sala, entramos a otra película en donde, posiblemente, las cosas no sean «tan parecidas» a la de la sala anterior.
Cierto es que la vida mía y la suya y la de los otros, también, se parecen bastantes. Una casa, un barrio, un pueblo. Una pareja, hijos, tíos, abuelos…
un carro o bicicleta, un trabajo, amigos, enemigos, radio, televisión, música y todos los demás componentes habituales.
Rondamos en escenarios compuestos de los mismos muebles, las mismas historias de amor y desamor. Las mismas angustias y ambiciones y sueños y todas las demás pendejadas que dan «sentido» a la existencia.
Por eso la mentira es un aliciente ante esta película llamada vida. Si anduviéramos por ahí, mostrando todas nuestras frustraciones y pesares, todas nuestras cobardías y quejas ante los desatinos ajenos. Seriamos catalogados de seres insoportables y antisociales.
Si andáramos con el cartel de la verdad asido a nuestra boca, le haríamos la vida miserable a todos e incluso a nosotros mismos. La verdad es amarga y dura. Castiga el cuerpo y el alma.
La verdad es despreciable porque nos desnuda y muestra al ego en su más infame acto. Lo saca de su más oscuro rincón y lo pasea cual pasarela ante el clamor de los demás que exigen crucifixión para disfrutar del espectáculo.
Decir la verdad es quebrar las creencias, la personalidad, lo que uno pensaba que era y todas esas películas que hemos creído ser y no somos.
La verdad, contrario a lo que dijo Martí, nos hace esclavos de una cualidad que llevamos insertada en nuestras entrañas y que «nos permite» «ser» seres libres ante la tiranía que esta promueve.
Intentamos vivir con la verdad, pero tenemos que tragárnosla diariamente so pena de ofender y disminuir los defectos que todos tenemos, porque la verdad es amiga de la perfección y esta…! Gracias a Dios! No existe.
Hemos desarrollado «gustos», creencias, leyes, «cualidades» y demás costumbres. Al punto, que somos tan atrevidos de clasificar lo que está bien o lo que está mal. Lo gordo contra lo flaco, lo feo contra lo bello, mi religión contra la tuya…
¿Quién osa decir que «la verdad» es una cosa o la otra? ¿Quién tiene la verdad de señalar lo ético o lo moral? ¿Lo bueno o lo malo? Estamos tan imbuidos en esta película que, de verdad, pensamos que la hemos creado. No reconocemos que estamos en ella, pero no tenemos nada que ver con ella…es decir…
Usted y yo somos unos «pegaos» a los que nos trajeron aquí a participar de «extras» o rellenos. El único protagonismo que tenemos es el de nuestra propia «individualidad» y gracias a ella podemos observar la película de la vida.
¿Es esta real? ¿Esto es un sueño? Cuál es la «verdad»?
La verdad es, que usted y yo somos un espejo de otros espejos, de muchas sombras, desvaneciéndonos en absurdos que intentan encontrar la verdad solo para descubrir que es una mentira a la que llamamos «verdad».
¡Al final, usted descubre que está metido en una película que es mentira y que yo le estoy diciendo la verdad, pero que yo también soy una mentira y por supuesto, !Un mentiroso también!. Ofrézcome que enredo. !Salud!. Mínimo Verdadero.
massmaximo@hotmail.com
(El autor es artista plástico dominicano residente en West Palm Beach).
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