Por Andy Morales
La sequía se ha vuelto un fenómeno cada vez más común y severo en todo el mundo. Durante las últimas dos décadas, ha afectado a 1.400 millones de personas y ha aumentado en número y duración en casi un 30% desde el año 2000. Aunque África experimenta el mayor aumento en la gravedad y frecuencia de este fenómeno, cada vez afecta progresivamente a todos los continentes, desde Asia y el Pacífico hasta Europa.
Se estima que para el año 2050, las sequías podrían afectar a más de las tres cuartas partes de la población mundial, y 216 millones de personas podrían verse obligadas a emigrar. Si las cosas no cambian, nos encaminamos hacia un mundo donde el agua dulce y el suelo rico y productivo serán solo un sueño, y esto no afectará a millones de personas, sino a miles de millones de personas. Este hecho probablemente redundará en tensiones, hambruna y enormes pérdidas económicas que, en este mundo globalmente conectado, nos afectarán a todos y obstaculizarán el progreso hacia los Objetivos de Desarrollo Sostenible, incluidos los de Hambre cero (Objetivo 2) y Agua limpia y saneamiento (Objetivo 6).
Afortunadamente, a diferencia de muchos otros peligros, tanto naturales como inducidos por el hombre, las sequías son sumamente predecibles y ocurren de manera lenta y cíclica. Esto significa que podemos adelantarnos a ellas, algo que resulta crucial para evitar que se conviertan en desastres.
La solución radica en el intercambio masivo de conocimientos, la capacitación, la buena gobernanza y una financiación suficiente. Todas las comunidades que sienten los efectos de la crisis del cambio climático necesitan apoyo para adaptar sus técnicas agrícolas y de gestión de la tierra, restaurar las tierras degradadas y desarrollar la resiliencia para recuperarse.
Los bosques cumplen una función central en esto: la deforestación y la degradación forestal amplifican las condiciones para que la aridez se convierta en desastre y para que las inundaciones, los incendios forestales y las tormentas de arena causen estragos a su paso. La restauración de las masas verdes que han sido diezmadas en las últimas décadas reducirá drásticamente el impacto de las sequías.
Se están haciendo enormes esfuerzos para proteger al mundo de estos fenómenos y se están logrando avances, probablemente el más impresionante sea la iniciativa de la Gran Muralla Verde en África. Para 2030, esta medida tiene como objetivo restaurar 100 millones de hectáreas tan solo en este continente, mientras que la Iniciativa de restauración de los espacios forestales africanos (AFR100) apunta a un total de otros 100 millones de hectáreas. Además, se prevén 200 millones de hectáreas adicionales a través de la Agenda Panafricana para la Restauración de Ecosistemas. A través de la Acción contra la Desertificación, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) ha desarrollado un innovador modelo a gran escala en el mundo.
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