A Pleno Sol
La Teología de la Liberación surgió como la cara humana y social de la iglesia católica. Creó un gran movimiento, pero paulatinamente fue congelada. Hoy solo queda el recuerdo y algunos de sus principales ideólogos escribiendo de filosofía o impartiendo docencia.
Fue un movimiento de curas del tercer mundo, sin que la cúpula se involucrara. Nació en las llamadas comunidades eclesiásticas de base. Estremeció a la iglesia con su mensaje cristiano dirigido a los pobres, y a poner fin a las injusticias en todo el mundo. Planteaba que se le diera a los curas la opción de formar familias.
Comenzó con incienso y olor a capilla, pero uno de sus máximos exponentes, Camilo Torres, abandonó la sotana y se enroló en el Ejército de Liberación Nacional, muriendo en su primer combate en las montañas de Colombia, el 15 de febrero de 1966..
Lo que sepultó a la teología de la liberación fue la posición cerrada e intransigente de la alta curia, que no aceptó cambios necesarios y vitales para la humanización de la iglesia. Nació en América Latina tras la aparición de las Comunidades Eclesiales de Base, el Concilio Vaticano II y la Conferencia de Medellín, celebrada en Colombia, en el año 1968.
La corriente se caracterizó por considerar que el Evangelio exige la opción preferencial por los pobres y recurrir a acciones humanas, sociales y materiales para definir las formas en que debía realizarse la reivindicación de los marginados.
Los primeros en definir esta corriente teológica fueron el sacerdote católico colombiano Jorge Camilo Torres Restrepo, el educador y ex-pastor presbiteriano brasileño Rubem Alves y el sacerdote católico peruano Gustavo Gutiérrez Merino.
Algunas de las ideas de la teología de la liberación eran: opción preferencial por los pobres; la salvación cristiana no puede darse sin la liberación económica, política, social e ideológica, como signos visibles de la dignidad del hombre.
También, la espiritualidad de la liberación exige hombres nuevos y mujeres nuevas en el Hombre Nuevo Jesús.; la liberación como toma de conciencia ante la realidad socioeconómica latinoamericana y la necesidad de eliminar la explotación, la falta de oportunidades e injusticias de este mundo.
Se necesitaba ese cambio dentro de la iglesia, que fue aplastado. Una de sus consignas es un golpe en la cara de los farsantes: «La situación actual de la mayoría de los latinoamericanos contradice el designio histórico de Dios y es consecuencia de un pecado social». ¡Ay!, se me acabó la tinta!.
(El autor es periodista residente en Santo Domingo, República Dominicana).
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