La regla de oro para controlar a los Ayuntamientos, es una prueba de lo débil de las instituciones dominicanas, y de que el país tiene instituciones neo-natas. Es un acuerdo de aposento, que no obstante es considerado necesario por todos los partidos políticos.
Esa regla de oro es que se deje gobernar a los alcaldes, y que los regidores sepan hacer una división de poderes. Inclusive, si un alcalde tiene posición minoritaria, se le deja que tenga la presidencia de la sala capitular.
Viola esa medida el espíritu democrático del votante. Se escogió a los regidores para que la mayoría sea la que presida la sala capitular. Con la regla de oro, lo único que está seguro es que se pueda llegar a acuerdos que son manejados por el alto liderazgo nacional.
El voto libérrimo de los ciudadanos es golpeado por esa regla de oro. Es dar pie a soluciones acomodaticias y subterráneas, pero que han funcionado en el país desde la era en que los principales contradictores eran Joaquín Balaguer y José Francisco Peña Gómez.
Esa regla de oro también se presentó en el Congreso Nacional, y dio resultados con Balaguer y también el Partido de la Liberación Dominicana. En ocasiones la minoría ocupaba la presidencia de la Cámara de Diputados, mientras que otro sector se dividía el Senado.
La costumbre política ha hecho de la regla de oro una realidad necesaria, es una forma de poder sobrevivir sin grandes debates partidarios en las alcaldías. No es una decisión de un alcalde pueblerino, sino de la dirección máxima de sus partidos.
Es una forma de auto-protección. Los principales partidos tienen alcaldías y posibilidades de hacer un gran papel en los ayuntamientos. En pocas palabras, un ejemplo, un partido establece las reglas de juego en Barahona, y otro partido espera ser beneficiado en la zona Este.
La regla de oro salva un momento político, y permite la gobernabilidad, en base a dividir como si fuera un pastel, a las alcaldías en todo el país. En política las situaciones son prácticas y realistas, y en ocasiones por encima de los términos institucionales.
A pesar de sus implicaciones de respeto a la decisión del votante, la regla de oro ha llevado la armonía a los ayuntamientos y en ocasiones una vía de consenso entre los partidos políticos. En consecuencia, ahora es la mejor decisión, con el tiempo se verá si se comienza a caminar por la senda institucional y no siguen triunfando los arreglos de aposentos. ¡Ay!, se me acabó la tinta.
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