El presidente norteamericano Donald Trump está usando una nueva política internacional con los países que mantienen relaciones comerciales y a otros niveles con Estados Unidos. La intención es reorganizar esa nación cuya población actual es de 345,815,485, de acuerdo a las últimas estadísticas del 2024 citadas por la Organización de las Naciones Unidas.
Poco a poco, van saliendo ideas de su cerebro destinadas a mantener la hegemonía del país, es decir, conservar una relación de dominio o supremacía sobre otros estados.
Está promoviendo lo que en geopolítica se conoce como “El poder blando”, un concepto que implica negociar temas diversos con los gobiernos en renglones comerciales, económicos y diplomáticos, en lugar de usar la fuerza militar.
El poder blando es un término acuñado por el profesor de la Universidad de Harvard, Joseph Nye, en su libro “Bound to Lead: The Changing Nature of American Power (en español, Obligado a liderar: la naturaleza cambiante del poder americano)”, publicado en 1990. Es usado en relaciones internacionales para describir la capacidad de un actor político a los fines de incidir en las acciones o intereses de otras naciones valiéndose de medios no militares, sino culturales e ideológicos, con el complemento de estructuras diplomáticas.
El valor de ese concepto se diferencia del poder duro o la forma más coercitiva de ejercer presión, como por ejemplo utilizando las presiones y sanciones o bloqueo de tipo económico contra naciones latinoamericanas de ideologías socialista, como Cuba (que se prolongan ya 62 años), Venezuela y Nicaragua. Las sanciones, por igual, afectan a casi 400 personas y entidades tanto dentro como fuera de Rusia, incluidos China, Suiza, Turquía y los Emiratos Árabes Unidos, según un comunicado de prensa del Departamento del Tesoro dado en agosto de 2024.
Para Joseph Nye, el poder es la habilidad para influenciar el comportamiento de otros y obtener los resultados que se desean. Explica que las diferentes maneras para lograr esto es convenciendo a los demás actores políticos con firmas de convenios.
Donald Trump implementa ese esquemático recurso al amenazar con retirarle el apoyo al presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski. Mientras sostiene una luna de miel con el adversario ruso, Vladimir Putin, sugiere a Zelenski terminar la guerra con Rusia, una política diferente a la que mantuvo su antecesor Joe Biden de apoyar con dinero y armas a los ucranianos.
Está considerando detener los envíos de ayuda en armas a Ucrania luego de una reciente confrontación verbal en la Casa Blanca entre el presidente Trump y su par Zelenski.
Durante la visita oficial de Zelenski, el presidente Trump le dijo en tono amenazador: “Estás jugando con la Tercera Guerra Mundial, y lo que estás haciendo es muy irrespetuoso para el país (Estados Unidos), este país que le ha respaldado mucho más de lo que mucha gente dice que debería haberlo hecho”.
El giro de los acontecimientos podría alterar los asuntos en Europa y en todo el mundo, según los analistas internacionales.
En el encuentro se esperaba que el líder ucraniano firmara el ansiado acuerdo que permitiría a Estados Unidos un mayor acceso a los minerales de tierras raras de Ucrania, pero ese plan se descartó después del acalorado intercambio de palabras entre los dos gobernantes frente a los representantes de medios de comunicación.
Para los críticos, no está claro lo que el rompimiento podría significar para el pacto, que Trump insistió en que era esencial para devolver a Norteamérica los más de 180.000 millones de dólares en ayuda enviados a Kiev desde el comienzo de la guerra. Esa, entre otras, es una de las razones de negociar la paz entre Rusia y Ucrania.
Este incidente ha provocado una rápida reacción de los líderes europeos que han dado una demostración de rechazo al dignatario estadounidense, cerrando filas en torno a Ucrania. Ese respaldo nace tras el gobernante occidental anunciar la imposición de un arancel del 25% a las importaciones provenientes de la Unión Europea.
Además de los impuestos, bajo el término del poder blando, la táctica política principal de Donald Trump ya también está sobre los recursos de suelos de otras naciones. Así lo ha manifestado el Secretario de Estado Marco Rubio en su visita por Latinoamérica y otros países del mundo.
Los comentaristas aseguran que el jefe de la Casa Blanca también está aplicando la táctica del poder blando al amenazar con apoderarse del Canal de Panamá construido hace 121 años por los Estados Unidos. Esa vía marítima transformó el comercio mundial al reducir significativamente el tiempo de tránsito entre los océanos Atlántico y Pacífico. La transferencia del control del canal a las autoridades panameñas sucedió en 1999.
El interés es sacar del área a China, dicen los observadores. El país asiático y Panamá firmaron multitud de acuerdos, además de anunciar un puñado de inversiones e infraestructuras estratégicas. China no opera el Canal, solo administra los dos puertos en cada extremo, lo que significa que no interactúa ni influye en todos los bienes que transitan por allí.
Sin embargo, el aumento del control de las empresas chinas sobre las operaciones de carga de transbordo con destino a Estados Unidos y otros destinos es un punto de controversia.
Trump inició su mandato diciendo que Estados Unidos debe recuperar el control del Canal por haber “caído en manos equivocadas”, o sea, en manos chinas. Los especialistas en geopolítica creen que esa advertencia podría ser una inteligente coartada para exigir mejores tarifas para los barcos estadounidenses. Está utilizando la estrategia del poder blanco.
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(El autor es periodista residente en Santo Domingo, República Dominicana).